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jueves, abril 25, 2024

Las bibliotecarias de a caballo

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En 1934, la crisis económica, social y política se abatía sobre el mundo. El presidente de Estados Unidos decidió que, si la gente no tenía trabajo, al menos que estudiara. Que se formara y se capacitara. Solo a un lugar los libros no podían llegar. A Kentucky. Esta y otras historias están rescatadas por Irene Vallejo, autora de un ensayo de 600 páginas y que se vende como pan caliente. Se llama El infinito en un junco

Corría el año 1934. Las estadísticas de Estados Unidos eran elocuentes. El peor estado del país en cuanto a libros y lecturas era Kentucky. Sus habitantes en promedio contaban únicamente con un libro por persona. Y eso, con suerte. La realidad era tan escarpada como la geografía del montañoso territorio del este de aquel estado, donde era impensable, por imposible, montar un sistema de bibliotecas móviles como el que ya se estaba desarrollando, con éxito, en otras zonas del país.

Las bibliotecarias móviles trepadas a sus caballos: Kentucky era inaccesible de otra manera.

La historia rescatada por Inés Martín Rodrigo en el diario español ABC pone de relieve el secreto de por qué un libro de ensayo (esto es cargado de especulaciones de tipo filosófico) pudiera llegar a ser best seller en 2020. Irene Vallejo oriunda de Zaragoza es la impulsora de ese extraño milagro: amar los libros, escribir libros y vender muchos. A puro ensayo. Algo equiparable a lo que hiciera Umberto Eco varias décadas atrás (aunque su mayor difusión la lograra luego de El nombre de la rosa, un thriller medieval con monjes, conventos, muertes sospechosas, un bibliotecario ¡ciego llamado Jorge de Burgos! ¿les suena muy parecido al nombre del escritor argentino más famoso? No es casualidad).

A caballo de las soluciones

Las auténticas heroínas. Como Wonder Woman, estas mujeres llevaban libros a zonas agrestes y lejanas.

El presidente Franklin Delano Roosevelt cabalgaba el peor momento de la crisis económica, social y educativa de su país: la debacle que se había iniciado en 1929 no se detenía y pese a los liberales, la “mano invisible” del mercado no acomodaba nada. Era la gran depresión. Así se la conocía. La gente recibía dádivas del Estado para poner sobrevivir. Trabajo no había. Keynes sugería al gobernante que quisiera oírlo: “Contrate cinco personas para hacer un hoyo. Y otros cinco para taparlo”.

Una de las iniciativas de Roosevelt (loable, por cierto) para combatir la crisis y, de paso, el analfabetismo era mediante la cultura. La única alternativa era que alguien se animara a tomar las riendas, literalmente. O sea, mientras esperas que la economía se reactive, estudiar, leer, formarse. Estar preparado con mejores armas para enfrentar las épocas en que se vuelva a tener trabajo.

Y ¿qué hizo el Presidente para el caso de Kentucky?

Se convocó a cerca de mil bibliotecarias que, reconvertidas en amazonas, llevaron libros a cuestas a las zonas más aisladas de la cordillera de los Apalaches hasta 1943.

Esta historia asombrosa, de solidaridad y valentía, no pasó a la Historia, o no al menos a la que recogen los libros de la materia, pero Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) la rescata, junto con muchas otras, en El infinito en un junco un ensayo que, en realidad, es una carta de amor a los libros y que se ha convertido en el inesperado éxito de la temporada en España, con diez ediciones y su traducción a varias decenas de idiomas, relataba Martín Rodrigo.

Irene Vallejo ama los libros. Y su obra de 600 páginas aparece inconclusa: seguro que habrá más.

En 2021, Vallejo -con un suceso universal que se multiplica como los premios que va recibiendo- fue entrevistada por la agencia Télam.

“El infinito en un junco”, este ensayo de Vallejo sobre la historia de los libros y las bibliotecas ya lleva vendidos 200 mil ejemplares y fue traducido a 31 lenguas.

Hablando para Argentina


“Ni en mis fantasías más desenfrenadas soñé algo así”, dice la autora en una entrevista con Télam.

Con una fuerte impronta de dos escritores argentinos, Jorge Luis Borges y Alberto Manguel -a los que la autora señala como sus “guías” en este recorrido- el texto que editó Siruela cosechó elogios y el Premio Nacional de Ensayo de España. Vallejo, filóloga y especialista en literatura clásica, relata que su intención en “El infinito…” fue homenajear a los libros y a los lectores desde la antigüedad más remota y se emociona al constatar que lo ha conseguido.

El texto propone una historia de la literatura antigua pero también de los rituales de lectura y escritura y de los modos particulares que encontraron hombres y mujeres para atesorar sus historias favoritas, desde la memoria oral, en torno del fuego, hasta la inconmensurable Biblioteca de Alejandría, inspirada por Alejandro Magno y forjada por Ptolomeo.

-Télam: “El infinito en un junco” se plantea como un ensayo bastante particular con características ajenas al género, una especie de “ensayo confesional” con una fuerte impronta autobiográfica. No faltan fuentes ni datos académicos pero hay pasajes que resultan viscerales, ¿fue intencional esa elección?

-Irene Vallejo: Mi intención siempre fue escribir un ensayo híbrido. Yo hasta ahora había publicado ficción: novela y literatura infanto juvenil y quería aproximar el ensayo a los géneros que habitualmente consideramos ficción.


Un escritor español Luis Landero lo llamó “ensayo de aventura” para hablar de una forma que tiene mucha carga narrativa y algunas pinceladas líricas y también ingredientes del libro de viajes. Y está esa parte confesional que trastoca las expectativas de que en un ensayo vas a encontrar una voz aséptica, objetiva, distanciada y que intenta transparentarse. Entonces con todos esos ingredientes yo he tratado de demostrar que el ensayo es un género muy versátil, que admite muchos registros y que permite una exploración que solo acaba de empezar desde el punto de vista literario. Se pueden hacer muchos experimentos aún con el ensayo.

A su modo, el texto arma su propia genealogía. Cita otros libros que hablan de lectores y de libros, recupera películas en pos de narrar el rito de leer.

En realidad es un homenaje a la historia de los libros y por eso yo pensaba que tenía que estar poblada o habitada por otros libros, otras voces, otros autores. Era un ingrediente importante ya que esa es una dimensión de la propia lectura. Habitualmente los que somos muy lectores sentimos que unos libros nos conducen a otros y a su vez a otros más.

Decía la escritora española Carmen Martín Gaite que los libros son como esos amigos que nos presentan a otros amigos y luego ellos a otros amigos más. Y al final somos parte de una pandilla o un grupo y nos vemos inmersos dentro de una red de relaciones.

Creo que los libros fomentan esa expansión, esa ramificación constante hasta llevarnos al corazón del bosque de las historias. Eso también quería que estuviera allí y que hubiera muchas otras sugerencias y propuestas de lectura para que al acabar “El infinito en un junco” pudiera haber una lista preparada de libros por los que continuar.

El gran amante de los libros. Jorge Luis Borges y Alberto Manguel, los argentinos citados por Vallejo.

Los lectores argentinos han encontrado con sorpresa una gran presencia de Jorge Luis Borges, incluso hubo un título posible que era un homenaje a su obra.

Sí. El libro tiene una gran presencia de Borges y de otro argentino: Alberto Manguel por su “Historia de la lectura”. En un apartado que se eliminó del libro también nombraba a Juan José Saer y a Silvina Ocampo.

De hecho el título original era “La misteriosa lealtad”, un homenaje a Borges (N.de R. es una frase sobre la vigencia de los libros clásicos). Y es muy posible que ese sea el título o quizás “Las misteriosas lealtades” de alguna de las traducciones. Por ejemplo la italiana.

Yo creo que el libro está habitado por Borges y por Alberto Manguel y son un poco mis guías en esta historia. Indudablemente con mis inflexiones propias pero con una enorme sensación de deuda porque han sido ellos los que han configurado en los terrenos de nuestra imaginación en toda esta historia de las bibliotecas, los laberintos, los pasajes a través del tiempo y un poco también los rituales de la lectura. Este libro no existiría sin ellos. Pero toda la literatura argentina está muy presente. Yo creo que cada vez más porque está en contínua renovación y llegan nuevos autores. como Mariana Enriquez y Samantha Schweblin. Estamos constantemente bebiendo de la literatura argentina y a veces siento que la literatura española se ha estancado un poco y han venido de Latinoamérica corrientes renovadoras que nos han traído otras brisas y nos han llevado a abrazar otros experimentos y otras vanguardias. Es emocionante tener esta posibilidad de diálogo y de relación entre literaturas que yo quisiese que fuese más estrecha.

¿Cómo se explica el éxito de su ensayo de 600 páginas, que lleva 150 mil ejemplares vendidos y traducciones a las más diversas lenguas en un contexto en el que se impone la brevedad y suele decirse que la gente cada vez lee menos?

Yo fui la primera sorprendida porque nunca imaginé ni en mis fantasías más desenfrenadas que pudiera pasar algo así. Pero, mirándolo retrospectivamente, creo que es un libro que hace familia de todos los lectores, que cuenta una aventura milenaria de la que formamos parte todos los que amamos y protegemos y coleccionamos los libros y llenamos nuestras casas de pilas de libros. Lo que escribí es nuestra historia a lo largo del tiempo.

Creo que en general las historias de la literatura se han centrado en la experiencia creativa, en los autores y no han dado tanto protagonismo a la historia de la transmisión: cómo esos libros han atravesado las peripecias del tiempo y las guerras, y los conflictos y los saqueos y las destrucciones y la censura y cómo gracias al amor de los lectores, porque en el fondo se trata de una historia de amor, esos libros han conseguido sobrevivir, o al menos parte de ellos. los más deseados y llegar en un largo viaje de milenios, más allá del mundo que los gestó. Entonces es una aventura trepidante, una aventura de la que nosotros hoy formamos parte y somos el último eslabón.

Si bien se proyecta hacia el futuro en diversos pasajes, la historia que cuenta el ensayo se detiene con la caída del Imperio Romano de Occidente… ¿Habrá una continuación de esta recorrida?

Han quedado muchos terrenos sin abordar. Me da mucha lástima haber dejado afuera toda la aportación del Lejano Oriente, de Japón y de China: el papel, la caligrafía, los tipos que en realidad fueron inventados en China y los desarrolló Gutenberg con la imprenta europea. También faltaron muchos aspectos de los libros en relación con Latinoamérica porque no llegué hasta la época de la conquista y la posterior evolución.

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