Misiones alberga el último remanente continuo de la Selva Paranaense. Todo lo demás en regiones vecinas, se fue perdiendo. Su biodiversidad se constituye en la mayor de la Argentina. Pulmón verde, como le dicen a su frondosa vegetación que permite producir oxígeno puro.
Obviamente que una cosa es hablar de la selva y otra muy distinta es sentirla, verla, caminarla, disfrutarla. Hay muchas personas que viven en la “selva de cemento”. Ciudades o grandes metrópolis con muchas comodidades y servicios para una vida placentera, aunque con poco verde. Y sin dudas, estas personas son las que más se interesan por los espacios naturales. ¿Y cómo hacer para que desde su rutina puedan aprender un poco más de la selva? La lectura! La imprenta fue una revolución que ni la mayor tecnología la puede reemplazar.
Así es como cobra importancia “Socorro, el desesperado grito de la selva”. Una fábula que utiliza como disparador la historia de un matrimonio de tucanes para describir el maravilloso mundo que habitan. “La selva es vida, porque respira, palpita, se expresa de múltiples formas”, anticipa el autor Eduardo “Balero” Torres en el prólogo. Y así es como con una historia de ficción se puede aprender un poco más de biología.
Esta ecorregión conocida como Selva Paranaense, se
caracteriza por ser la de mayor biodiversidad. Cuenta con:
• 3.148 especies de plantas vasculares, las que representan el 29% de las existentes en el resto del país,
• 1.125 especies de vertebrados; entre los que se encuentran
• 274 peces,
• 66 anfibios,
• 114 reptiles
• 546 aves y
• 124 mamíferos y
• cientos de miles de artrópodos.
Así es como el libro precisa la vida animal. Y puntualiza lo que se adelantó al comienzo de esta nota: “De las 2.700.000 hectáreas de selva como parte sur de la Mata Atlántica que cubría nuestra provincia, subsiste el 45%; y de la totalidad de esa selva que cubría parte de Brasil, Paraguay y Misiones, en Argentina, solo resta el 7% de la superficie original”. Esta es la triste realidad actual. De ahí la importancia de su conservación.
Muchos aún recordarán la ilustración que se hace en la escuela sobre la cadena alimentaria. Donde cada especie tiene un rol importante en el ciclo de la vida. Esto sirve para entender que la selva es “una ecorregión tan particular donde vivir es tan importante como morir, porque con la muerte de uno subsisten otros. En ese ambiente, la función del árbol de mayor tamaño o de un yaguareté es tan vital como el de un pequeño insecto; cada cual forma parte de un sistema que funciona como si fuera un mecanismo de relojería. No sobra ni falta nadie”, precisa el autor.
300 especies de árboles y palmeras
Por tan solo ahondar en algunos detalles, la vegetación tiene sus especificaciones. “En esa exuberante selva y en distintas comunidades vegetales conviven cerca de trescientas especies de árboles y palmeras. En los estratos inferiores, se encuentran plantas que van de los tres a los diez metros.
En ese espacio, entre otros, encontramos
• Yerba
• Helechos gigantes
• Cocú
y un poco más abajo crece una mayor variedad de especies, destacándose
• Piperáceas,
• Mirtáceas y
• Rubiáceas
• Múltiples helechos
• Urticante ortiga brava
cañaverales de bambúes o tacuaras:
• Tacuapí
• Espinosa yatevó
• Tacuaruzú
• Tacuarembó
• Mboreví caá con llamativas flores azules.
En el último nivel, en el estrato herbáceo umbrófilo, con muy poca luz, crecen
• Gramíneas de hojas anchas
• Gran variedad de helechos,
• Hierbas no leñosas,
• Especies con flores muy atractivas de la Familia Bignoniácea y
• las no menos vistosa flor de Santa Lucía de la Familia Commelinácea);
• Además de variadas enredaderas que a veces forman verdaderas marañas.
“Todo se asienta sobre la oscuridad del húmedo lecho, por lo cual los animales también son oscuros o manchados para mimetizarse con el ambiente y el juego de luz y contraluz que se suele producir”, puntualiza “Balero” Torres.
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