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viernes, abril 19, 2024

“Che, cieguito, oime…” (en el día del lector)

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Fechas. Hubo dos 24 en la vida de Jorge Luis Borges.

El 24 de agosto nació en Buenos Aires.

Y el 24 de junio de 1986, partía.

Estaba en Ginebra, Suiza donde había pasado sus jóvenes años en alguno de esos paquetes internados existentes en el país de la neutralidad, la sopa en cubos y los relojes cucú.

Arrastrado en su vejez por una ambiciosa mujer que lo dominó fue a depositar sus huesos allí, aunque su intención era que lo entierren en Buenos Aires.

Un momento de distensión con su gato Beppo

Se había ¿casado? ..con ella en un lugar ignoto: Colonia Rojas Silva unos pocos días antes de su propio deceso.

Era obvio que ninguno de los contrayentes estuvo en el lugar sino que lo hicieron por poder. Pero la primera pregunta es: ¿puede casarse alguien que ya estaba casado? Puede. Pero comete bigamia.

En los años 60, cuando su fama comenzó a trascender, Jorge Luis Borges se había contraído enlace con una viuda: Elsa Estete Millán. Era una mujer prosaica y que en nada cuajaba con el carácter del escritor. Urgido por su madre (que era quien lo cuidaba), buscó alguien a quien pasarle la posta. Pero Elsa no era esa persona. Y, buenamente, se separaron. Pero como no había ley de divorcio, continuaban casados ante la ley.

La segunda pregunta es: ¿Por qué ese nuevo casamiento de apuro?

Pero en fin… Preguntas incómodas suelen traer malos resultados. Los biógrafos coinciden en general que la viuda ha ejercido un poder omnímodo y de big-stick con los críticos, como dirían los ingleses (“¿Me cuestionás lo que hice con JLB? Garrote, garrote, y más garrote”)

Con anteojos c… de botella

El hombre que había ido perdiendo la visión (igual que su padre) a medida que envejecía dejó plasmado ese doble fenómeno (el mundo que ponía el foco en él quien pasaba a ser el amo y señor de la Biblioteca Nacional mientras las cosas se tornaban borrosas a su alrededor) en un poema inolvidable:

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.”

La magnífica ironía

El uso del lenguaje en JLB fue de un maestro.

Ya lo dice Andrea Calamari: “Leo a Borges y me  doy cuenta de la diferencia entre escribir y tipear”.

Tremendo, eh.

Claro, hoy se festeja el cumpleaños de Georgie como lo trataban sus íntimos.

Nació con el fin del siglo un 24 de agosto de 1899.

Dice la crónica: El Día del Lector, en conmemoración del nacimiento de Borges, se celebra el miércoles 24 con distintas actividades, entre las que destacan una suelta de 300 mil poemas en todo el país y un ciclo dedicado a su obra en el Centro Cultural Borges que culminará con una serie de lecturas a cargo de Nacha Guevara.

Con motivo de este natalicio del escritor, ya se vienen desarrollando actividades en su homenaje, como la maratón en Twitter donde lectores comentan “El Aleph”.

Fue un niño distinto, qué dudas caben.

Con su hermana Norah en el Zoo de Buenos Aires

Ensimismado. Criado en una Buenos Aires que se atrevía a dejar atrás a los malevos y las esquinas con faroles y se lanzaba de lleno al siglo XX.

Un jovencito que –cuando podía- se escapaba al zoológico de Buenos Aires y quedaba fascinado con los tigres. Pero no buscaba el yaguareté o el puma o la pantera.

No. El amaba el tigre gigantesco, el de Sandokan. El tigre de Bengala.

El propio Zoológico reconoció esta preferencia de JLB

“En la infancia yo ejercí con fervor la adoración del tigre: no el tigre overo de los camalotes del Paraná y de la confusión amazónica, sino el tigre rayado, asiático, real, que sólo pueden afrontar los hombres de guerra, sobre un castillo encima de un elefante. Yo solía demorarme sin fin ante una de las jaulas en el Zoológico”.

Tanto es así que le dedicó un poema y un libro. “El oro de los tigres”, que se refería al color que aún en su ceguera, recordaba.

Hasta la hora del ocaso amarillo

Cuántas veces habré mirado

Al poderoso tigre de Bengala

Ir y venir por el predestinado camino

Detrás de los barrotes de hierro,

Sin sospechar que eran su cárcel.

Después vendrían otros tigres,

E1 tigre de fuego de Blake;

Después vendrían otros oros,

El metal amoroso que era Zeus,

El anillo que cada nueve noches

Engendra nueve anillos y éstos, nueve,

Y no hay un fin.

Así decía.

Y, luego, claro está, su legado.

“No quiero que me recuerden como un escritor”, decía con una asumida humildad.

“Prefiero que me piensen como un lector empedernido”.

¡Y vaya que lo fue!

Pasa siempre.

De hecho, poco antes de fallecer se dio el gusto y eligió la colección de libros que él sugería leer. Algo así como ‘Qué llevar a una isla solitaria’.

Pero la anécdota de las muchas e increíbles de este hombre quizá la tiene Jorge “el turco” Asís que, de intelectual de izquierda comprometido en los años 70 pasó a ser un simple escriba en la redacción de Clarín mientras el Proceso militar arrasaba con el país.

En el libro El diario de la Argentina contaba esa historia (que nunca ocurrió pero que plasma perfectamente el carácter argentino).

“Supónganse que a Borges le tocara un día –por necesidad o lo que fuere- trabajar de periodista. Llegaría a la redacción. Primer día. Todos alrededor de él. ‘Eh, maestro aquí… maestro allá’. ‘Me firma este ejemplar de El Aleph, maestro?’… Y así sucesivamente”.

Y seguía Asís. “Al tercer día, venía un cadete corriendo: ‘Che, cieguito, oime, apurate: el taxi te espera para ir a hacer la nota del contrabando de drogas en Puerto Madero”.

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