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martes, noviembre 12, 2024

Lo efímero, lo permanente y lo imposible: cuando los opuestos se atraen

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Hay amores imposibles por las circunstancias sociales, económicas, educativas, de razas, de religiones y creencias. Un breve relato permite una reflexión al respecto: una mariposa (que vive unas pocas semanas) se enamora de una tortuga cuya existencia es de largas décadas

“¿Por qué amor de una mariposa y una tortuga?”, se pregunta Eduardo “Balero” Torres en su libro El espíritu de la selva. Y la respuesta salta sola:

“En este caso el cuento es una metáfora para relatar lo que sucede entre dos personas que, de acuerdo con los cánones sociales, ven como imposible o difícil mantener una relación de amor”.

Y lo de efímero y permanente tiene que ver con la vida de ambos protagonistas: de las pocas semanas de una mariposa a las decenas y decenas de años de una tortuga.

“Fue intencional elegir la efímera vida de la mariposa y la longeva de la tortuga, además de ser especies absolutamente diferentes”, agregó el autor.

“Cuántos hombres mayores y mujeres jóvenes, o mujeres mayores y jóvenes varones que se enamoraron verdaderamente no pudieron soportar la presión social o no prosperaron por la incompatibilidad en sus costumbres y modos de vida”, ejemplificó.

“Y si hablamos de las relaciones fracasadas de ricos y pobres, de blancos  y negros, de judíos y musulmanes y todas las limitaciones que nos imponen o a las que nos sometemos el cuento del amor de la mariposa y la tortuga se justifica, pero no puedo dejar de expresar que muchos desafiaron las costumbres y perduraron, fueron felices con su amor y diferencias, y son ellos los que despiertan mis respetos y admiración” finalizó.

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A continuación,  el relato

Amor de una mariposa y una tortuga

A veces resulta imposible aceptar un amor entre dos seres tan disímiles y con diferentes tiempos de experiencia y de vida. Pero en realidad, vos sos una mariposa y las mariposas pasan por varios estados, sufriendo una metamorfosis completa para cumplir su ciclo vital.

Del huevo depositado por tu madre mariposa te convertiste en una vistosa oruga de colores. Luego de recorrer  el verde esplendor de las hojas y alimentarte de ellas, surge un nuevo estado de crisálida que frena tu ondulante andar de aquí y de allá. Tal vez, el estado más importante en tu metamorfosis…

Tu cuerpo de oruga es envuelto por un capullo y comienzan las transformaciones.

Te crecen los ojos, enormes, atractivos, las antenas sensibles para poder guiarte con sabiduría, el tórax y el abdomen.

Del primero nacen las patas, para que puedas posarte. Tus alas membranosas y comprimidas salen de tu cuerpo que sufre dentro del capullo que te encierra, aprieta y protege. A veces sentís dolor por los nuevos órganos que crecen y es el capullo quien, con amor, te explica que el dolor es el derecho ineludible al nacimiento de un nuevo ser.

Es un bálsamo ese sentimiento que hace resistible el sufrimiento hasta que, una vez que el capullo cumplió con su objetivo, se desprende y vos, mariposa adulta, con enormes alas multicolores, iniciás con vuelos oscilantes tu recorrido hacia una que otra flor absorbiendo su dulzura, su néctar.

Otras veces te posás sobre la arena del arroyo y sentís el murmullo del deslizar del agua pasando por encima o al costado de los obstáculos que encuentra. ¡Por fin, eres adulta y libre… libre… libre!

¿Y el capullo que te envolvía, te abrigaba y protegía?

Ese capullo, ¡era yo! Lleno de amor y felicidad mientras cuidaba tu evolución, y ahora partiste ineludiblemente.

Es la naturaleza tuya de mariposa libre y yo de capullo que, desde que desplegaste tus hermosas y elegantes alas, permanecí adherido a la rama de ese arbusto, y con el oscilar del viento te observaba desde lejos vivir tu libertad.

Luego me desprendí y al suelo fui a parar entre hojarascas y humus, ya no pude verte y así… comencé a padecer tu ausencia.

Anhelaba mirarte porque te amaba.

Mi deseo de acercarme era muy profundo y como resultaba imposible convertirme en mariposa, como deseaba, logré convertirme en tortuga.

Tenía que ser tortuga…

Debajo de mi caparazón se ocultan tantos sueños como dolores y sufrimientos. Solo yo, tortuga, conozco esos sentimientos de dolor y esperanzas, pero en esos momentos no importaban los sueños y las dolencias…

Anhelaba volver a verte y así, con pasos  dificultosos y lentos de tortuga, comencé a andar y andar. Aplastaba las hojas caídas en descomposición, frutos que en otras ocasiones podía comer, pero en ese momento tenía hambre insaciable de verte y así continué aplastando ramas y humus en mi andar, hasta que, agotado, llegué a la cima de un pequeño desnivel, despejado en plenitud. Desde ahí estiré mi cuello por fuera del caparazón, observando los alrededores.

De pronto te distinguí conmocionado, todo mi ser se embebió de alegría y se me humedecieron los ojos.

Indiferente a mi mirada volabas de un lado a otro, de una flor roja a una amarilla.

Eras libre y feliz, pero al mismo tiempo sentías la ausencia de algo que te conmovía y de pronto, comenzaste a notar que te observaban. Diste varias vueltas agitando tus membranosas y coloridas alas para detectar una situación diferente y nada…

Continuaste volando, hasta que de pronto viste los ojos de la tortuga que se fijaron en vos con ternura y amor. La forma que miraban mis ojos llegó a tu corazón y comprendiste que era el capullo a quien extrañabas y amabas.

Fuiste lo más rápido que permitía el agitar de tus alas y te posaste sobre mi caparazón. Estiré, giré mi cuello y mis ojos tiernos y melancólicos se   encontraron con los tuyos, enormes y saltones; con la mirada nos dijimos que nos amábamos, pero como éramos tan disímiles, comprendimos la  imposibilidad de nuestra quimera.

Y vos, mariposa, agitando tus alas lentamente como si el dolor del amor imposible fuese un pesado lastre, te alejaste. Ya no te importaba la dulzura del néctar. Y yo, tortuga, para ocultar mis lágrimas agilicé mis torpes pasos y me hundí en las aguas, que licuaron mis sufrientes lágrimas.

Moraleja:

El amor es tan poderoso, avasallante y caprichoso que hace posible envolver en sus redes a seres tan disímiles entre sí.

Pero… no perdura en el tiempo.

Eduardo “Balero” Torres El espíritu de la selva

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