Se trata de una de las estafas más severas cometidas: se ofrecían como inversión segura. Se ponía el dinero en fondos que administraban campos y compraban hacienda. Los animales llegaban a tiempo de faena y el “interés” o ganancia volvía a los inversores. El problema es que se “olvidaron” de comprar el ganado. Hay 7000 perjudicados entre ellos 500 argentinos
Se llama Sandra Palleiro y está buscando sus vacas perdidas. “Hola, mumú! ¿Alguna de éstas será mía?”, grita la contadora de 60 años de Montevideo, esperanzada, que caminaba hacia un potrero en la región fronteriza de Artigas, con sus jeans cubiertos de barro mientras se acercaba a un alambrado para ver más de cerca a las vacas. Se encontraba en un campo lleno de barro al final de un camino agrícola en la remota región fronteriza de Uruguay con Brasil, luego de viajar 600 kilómetros desde la capital, Montevideo, para encontrar 61 cabezas de ganado que posee, al menos en los papeles. Pero las “vacas fantasmas” no están. Estos animales desaparecidos formaban parte de un esquema de “bonos de vacas” que fracasó, y provocó uno de los mayores escándalos financieros de la historia de Uruguay. El relato corresponde a Lucinda Elliot de la agencia Reuters.

Una estafa, dicho con todas las palabras. Tres “respetables” fondos de inversión en ganadería “garantizaban” con vacas una renta anual fija.
Quebraron en 2024 y hay una corrida con retiro de inversores de otros fondos en el país vecino que hasta ahora dejó un tendal de u$s 350 millones.
El dueño de una empresa uruguaya que recibía los fondos de ahorristas para invertir en vacas se ha suicidado. Tres empresas han quebrado y están siendo investigadas por fraude.
O, como dicen en la Argentina, (al menos en el norte) “Che, dónde quedó tu plata?” … y le responden: “Y… comió la vaca” (desapareció, no existe más). Cruel pero nunca más cierto.
Y ahí está Uruguay. Con su imagen de Suiza de Sudamérica. Limpia, prolija, con democracia institucional y todo eso. Pero resulta que en todos lados se cuecen habas (otra frase de antes). Y esta cocción es seria.
En marzo de 2024, la contadora Palleiro puso los ahorros de toda su vida, que ascendían a más de 50.000 dólares, en el programa de inversión ganadera ofrecido por la firma local Conexión Ganadera, atraída por la promesa de una rentabilidad fija del 7% a 10% en dólares anuales y materiales de inversión con ilustraciones de ganado Hereford, las vacas de color marrón y blanco.
Los ahorristas podían poseer directamente las vacas, que serían criadas y vendidas por las empresas ganaderas, o participar del programa. A Palleiro le agradó la idea de poseer un activo tangible, le parecía una apuesta segura. O sea, si ella quería, podía ir y tocar sus vacas y decir: “esto es mío, estas vacas son mías”.
Palleiro podía rastrear las vacas a través de un portal en línea respaldado por el Estado -durante años, un ejemplo a nivel mundial de trazabilidad de ganado- que indicaba la raza, la edad y la ubicación. Cada vaca debía estar marcada con un símbolo asignado por el gobierno y los documentos que enumeraban sus activos llevaban el escudo del Ministerio de Agricultura, que supervisa el registro ganadero.

Pero el Ministerio de Uruguay no respaldó nada. La pobre contadora (porque ahora de golpe era pobre: sus 50 mil dólares habían desaparecido) se acercaba a mirar la caravana (o etiquetas de identificación) en las orejas de las vacas y… nada. Ninguna coincidía con sus números. Mala suerte.
Un inventario de Conexión Ganadera, la empresa más grande, realizado por un síndico de quiebras, estimó que solo existían entre 70 mil y 80 mil de las 804 mil cabezas de ganado que decía administrar. Esto es: “la inversión más segura del mundo”, en Uruguay apenas tenía un respaldo del 10 por ciento tangible, como quería Palleiro. Pasfer, una de las principales ganaderas de Conexión Ganadera, por ejemplo, contaba con solo 49 de las 3740 vacas que ofreció como garantía. Es curioso porque el país vecino es líder en trazabilidad animal y supuestamente los animales ofrecidos en garantía debían exhibir un escudo del Ministerio de Agricultura, que supervisa el registro ganadero.
Un ejecutivo de Grupo Larrarte, la primera firma en recibir denuncias formales de inversionistas, ya se encuentra en prisión como parte de una investigación penal en curso, independiente del proceso de quiebra.
Jairo Larrarte fue puesto en prisión preventiva por un juez en abril por presuntos delitos de apropiación indebida, fraude y emisión de cheques sin fondos.
Y después está Basso. El hombre que encantaba serpientes y era un seductor nato.

Gustavo Basso era el dueño de Conexión Ganadera y se vio abrumado por la situación. Se subió a su Tesla y pisó el acelerador. Cuando llegó a 211 kilómetros por hora, el vehículo se estrelló. Pero de las vacas seguían sin aparecer.
Y un vecino que lo conocía en Florida (el lugar donde vivía y halló su muerte) fue lapidario: “Gustavo Basso no pierde 250 millones de dólares, puede haber pérdidas, sí. Pero esta plata está en un lado”, afirmó.
Paso a paso, camino al fracaso
Conexión Ganadera fue uno de los tres fondos que comenzaron a advertir a finales del año pasado que no podía cumplir con sus obligaciones con los inversores. Su falta de liquidez se debía a las condiciones climáticas adversas -hubo una sequía en 2022-23- y a las difíciles condiciones del mercado.

A finales de enero, los inversores más avispados se apresuraron a retirar sus ahorros ante informes de fraude. Las ratas huyen primero de la nave en problemas. Al final, la mayoría muere ahogada.
“No se sabe si existen (las vacas) o no existen; si están vivas o están muertas, si las vendieron o les cambiaron las caravanas o si alguna vez las compraron”, dijo Palleiro durante un recorrido por caminos rurales hacia el rancho Artigas. “No sabemos en qué situación están”, agregó.
Las víctimas quieren saber cómo las autoridades no detectaron los problemas a pesar del registro de ganado.