El deseo de quedarse anclado en una época pasada es una forma de negar el presente, sostiene el psicólogo Aldo Godino. Está claro: “No todo tiempo pasado fue mejor”. La historia del rey melancólico
Un famoso refrán dice que “todo tiempo pasado fue mejor”, aunque no siempre sea cierto. Si bien basta con ver una foto antigua o leer una historia del pasado para posiblemente sentir nostalgia por lo que hubiese sido vivir en una época determinada, la mente humana está llena de emociones que muchas veces no sabemos explicar. ¿Cómo es posible sentir nostalgia por tiempos que nunca vivimos?
La “anemoia” es un término reciente que da nombre a esa melancolía histórica que solo vive en la imaginación, ya que nunca se podrá experimentar en carne propia. La palabra fue acuñada de manera poética por el escritor John Koenig, quien la definió como “la nostalgia por un tiempo que nunca hemos conocido”.

A diferencia de la nostalgia común, la anemoia se basa en experiencias prestadas. Su origen etimológico proviene del griego anemos (viento) y noos (mente), una metáfora que puede entenderse como un “viento en la mente”, una tristeza dulce por épocas que solo conocemos a través de historias, fotografías, canciones o memorias que no nos pertenecen. “Al mirar viejas fotos resulta difícil no sentir una especie de punzada de nostalgia por quienes vivieron y murieron antes de que nosotros llegáramos aquí. Por aquelos que durmieron en la misma casa que nosotros, miraron las mismas cosas, respiraron el mismo aire, sintieron la misma sangre en sus venas y vivieron en un mundo completamente diferente”, planteó Koenig.
Muchas veces, ya sea por el imaginario colectivo o por gustos personales, creemos que algunas épocas fueron mejores en cuanto a valores o estética, lo que puede llevarnos a sentir nostalgia al pensar en ellas. También la influencia cultural, la moda, la música o los eventos históricos de una época determinada pueden hacernos sentir algún grado de conexión, a pesar de que esta influencia está basada en información exterior y no en experiencias personales.

En ocasiones se produce una desconexión emocional y podemos llegar a sentir que no encajamos con nuestra vida actual y buscamos refugio emocional en el pasado, pensando que tal vez pudimos ser más felices allí.
Tan fuerte puede llegar a ser esta emoción que suele emplearse en estrategias de marketing debido a que despierta atracción y sentimientos que pueden influir en nuestras decisiones de compra. Muchas veces se explica la nostalgia como una negación del presente. Se trata de la idea errónea de que un período distinto es mejor que el que vivimos.
El deseo de quedarse anclado en una época pasada es una forma de negar el presente. Hay personas a las que un presente lleno de compromisos, lejos de llenarlas, las aburre. Debido a la cobardía y a la falta de determinación, en vez de enfrentarse a ese presente, se refugian en un pasado ficticio donde encuentran todo lo que no tienen en el momento actual. Así, y a pesar de poder tomar contacto una vez más con todo ese mundo del que uno forma parte por sus raíces, siempre se experimenta una sensación turbadora. Amamos nuestro hogar, pero sabemos que no todo es igual que antes. Es un sentimiento agridulce: la tristeza unida a la aceptación y a la nostalgia revestida también de esperanza…
“Desde la muerte de su esposa, el rey de Zafiria sufría tal melancolía que había dejado de gobernar: pasaba todo el día tendido en la cama y no se ocupaba de asunto alguno. Sus consejeros decidieron mandar a buscar a un sabio que tenía remedios para todo. Antes de emprender el viaje, el sabio llenó un frasco de cristal con agua del riachuelo. “Es para medir la melancolía”, sostuvo.

Al llegar al palacio, la desfachatez de aquel anciano era tal que el rey no se atrevió a contradecirlo. Se levantó de la cama y gritó desde la puerta que trajeran almuerzo para el invitado. “Antes de sentarte a mi mesa, dime quién eres. Y también quiero saber qué llevas en ese frasco”, dijo el rey. El sabio respondió: “Siéntate a almorzar conmigo, no me gusta comer solo. Luego te lo contaré”.
Terminado un primer plato, el anciano tomó el frasco lleno de agua y dijo: “Aquí dentro llevo tu melancolía. Dicho esto, destapó el frasco y vertió la mitad del líquido en el suelo. Luego declaró: “La tristeza compartida pesa la mitad. Ahora ordénales a dos criados que vengan a comer con nosotros. Pero quiero que les sirvas tú”. Unos minutos después, los cuatro empezaron a reír y a cantar. Entonces, el sabio destapó nuevamente el frasco de la melancolía y vació su contenido hasta que solo quedó un cuarto.
“Ahora llevamos tu pena entre cuatro y es mucho más ligera. Abre las puertas del castillo y convida a tantos comensales como quepan alrededor de esta mesa”, le propuso el sabio.
Pronto, la sala se llenó de cientos de personas y se organizó una enorme fiesta que fue recordada durante muchos años. Cuando todos los invitados se despidieron no quedaba una sola gota de melancolía en el frasco. Entonces, mirando fijamente al rey, el sabio dijo: “Ahora ya conoces el secreto de la felicidad. Así como la pena se divide al compartirla, la alegría se multiplica cuanto más se reparte”.

Lic. Aldo Godino
Publicada en BaeNegocios.com