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martes, abril 23, 2024

El Belgrano economista

Admirador de Quesnay (fundador de la fisiocracia) y estudioso de Adam Smith (creador de la ciencia económica) Manuel Belgrano fue abogado pero los temas que más le importaron tenían que ver con la Economía. Un aporte de Pacho O’Donnell

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Admirador de Quesnay (fundador de la fisiocracia) y estudioso de Adam Smith (creador de la ciencia económica) Manuel Belgrano fue abogado pero los temas que más le importaron tenían que ver con la Economía. Un aporte de Pacho O’Donnell

Aunque las circunstancias de la guerra independentista de nuestra Patria lo llevaron a conducir ejércitos por la carencia de jefes militares formados, y así es como es recordado en monumentos ecuestres y en manuales escolares, lo cierto es que Manuel Belgrano se consideraba a sí mismo como un economista, y en igual medida como un educador. 

Fue el único de nuestros próceres de Mayo que, gracias a la buena posición económica de su familia, tuvo la oportunidad de estudiar en una universidad europea, en la prestigiosa Universidad de Salamanca. Durante los años de estadía del otro lado del mar Belgrano vivió de cerca importantes acontecimientos europeos, como los avatares de la Revolución Francesa, que lo influyó profundamente con sus ideales de libertad política y religiosa, de republicanismo, de exaltación de los derechos del hombre. 

Si bien don Manuel estudió leyes no fue esa su verdadera vocación. Por entonces economía y leyes no eran campos autónomos, y los estudios económicos fueron durante buen tiempo un capítulo dentro del derecho. En Salamanca Belgrano se acercó a la economía política concurriendo a una academia extracurricular fundada en 1787 por el profesor Ramón Salas y Cortés, en la que trabajaban las ideas económicas de Antonio Genovesi, referente del Iluminismo italiano. Joven inquieto, participó también en  tertulias donde se debatían las ideas de Benito Jerónimo Feijoó, Pedro Rodríguez de Campomanes y Gaspar Melchor Jovellanos, los pensadores más relevantes del siglo XVIII español. 

“Al concluir mi carrera por los años de 1793, las ideas de economía política cundían en España con furor, y creo que a esto debí que me colocaran en la secretaría del Consulado de Buenos Aires”, recuerda Belgrano en su Autobiografía. Dicho cargo de gran importancia estaba reservado para personas nacidas en España por lo que fue excepcional que le fuera adjudicado a un criollo, quien lo desempeñó desde 1794 hasta 1810.

El teórico que más influyó sobre Belgrano fue Francois Quesnay, creador de la fisiocracia, la teoría económica que más influyó sobre la Revolución Francesa.  Cautivado por sus ideas, cuando aun estaba en España, Belgrano tradujo del francés las “Máximas Generales del Gobierno Económico de un Reino Agricultor”, que se publicó en España en 1794. Imbuido del racionalismo liberal que caracterizó los finales del siglo XVIII, conoció también la obra de Adam

Smith, el economista escocés que en 1776 había publicado su “Investigación sobre la naturaleza y causa de la Riqueza de las Naciones”, obra fundadora del liberalismo clásico. 

Uno de los aspectos en que Manuel Belgrano evidencia la influencia fisiocrática es el que se refiere a la agricultura y el papel que ésta desempeña en el campo económico, aunque llevado a un nivel cuasi religioso bajo influencia de Jean Jacques Rousseau y su exaltación de la naturaleza como centralidad de la vida humana. 

Es de imaginar que las inmensas potencialidades agroproductivas de nuestra pampa haya sido un fuete estímulo.

Busca el fomento de la agricultura, respondiendo a sus ideas fisiocráticas. “Si la riqueza de todos los hombres tiene origen en la de los hombres del campo, y si el aumento general de los bienes de la tierra hace a todos más ricos, es de interés del que quiere proporcionar la felicidad del país, que los misterios que lo facilitan se manifiesten a todas las gentes ocupadas en el cultivo de las tierras y que el defecto de la ignorancia tan fácil de corregir, no impida el adelantamiento de la riqueza”.

Las “Memorias” eran los informes que anualmente el secretario del Consulado debía presentar al Virrey y por su intermedio al Rey de España. En ellas, cuidando de no trasponer los límites de lo aceptable, luchó por mejorar la situación de los nacidos americanos y para liberalizar el comercio rioplatense del monopolio  de la Corona. 

Convencido de la obligación que le cabía por haberse formado en mejores condiciones que los demás criollos, y movido por su lealtad hacia su lugar de nacimiento, se impone el desarrollo de la educación en distintas materias. Propicia la creación de una Escuela Práctica de Agricultores y otra de Comercio. Propone crear la Escuela de Náutica, la Academia de Dibujo, arquitectura y perspectiva y otra de Matemáticas. 

Casi todas estas iniciativas fueron rechazadas por la metrópoli, en la línea de que ningún interés tiene el amo de fomentar la inteligencia y la conciencia de su esclavo.

Belgrano no pierde oportunidad de desarrollar sus puntos de vista sobre educación, inspirados en los ideales de la Revolución Francesa, los que hace suyos defendiéndolos con pasión y vehemencia

Propone la educación gratuita para quienes no pueden costear privada, es el pionero en nuestro suelo de la educación popular. También la fundación de escuelas para niñas. Es también el primero que reclama se conserven asientos para niños negros y mulatos, a fin de que reciban instrucción común en las escuelas públicas. Se preocupa asimismo por la situación moral y económica de los que viven en ranchos miserables y sostiene que con una educación adecuada para el trabajo se combatirá la ociosidad recuperando de esa manera seres humanos aptos y capacitados. El compromiso de Belgrano con los más humildes y con la educación es claro en la donación de los $20.000 recibidos por el triunfo en la batalla de Salta para la construcción de cuatro escuelas en zonas paupérrimas del Noroeste.

Como un mensaje subversivo en un medio habituado a vivir del contrabando y sin afinidad por el trabajo, el rechazo de don Manuel al monopolio, como sistema económico, y al contrabando como práctica aceptada fue total. Incluso al punto de herir de muerte la trayectoria de su propia familia, ya que su padre había hecho su fortuna gracias al contrabando, como la casi totalidad de los comerciantes rioplatenses. En sus escritos habla de los empresarios empapados de codicia, que se vuelcan al rentable delito acelerando la destrucción del Estado. Propone multas, proscripciones y hasta escraches contra los contrabandistas y dice: “jamás han podido existir los estados luego de que la corrupción ha llegado”.

Belgrano postulaba la centralidad del trabajo manual e intelectual como eje de la vida comunitaria. Hasta entonces, las clases pudientes veían al trabajo como algo negativo, que hacían los esclavos negros y los indios. 

En esa línea aconseja a los jóvenes agricultores profundizar sus estudios del suelo, perfeccionar sus conocimientos sobre abonos, intensificar la lucha contra plagas de ratones, hormigas y otras alimañas  que perjudican la siembra y arruinan las cosechas. Propone la implantación de un sistema de premios y subsidios a los fines de estimular e incentivar una mayor producción agrícola a través de una adecuada educación tecnológica. Estos premios serían efectivizados en dinero, en préstamos adelantados a cuenta de futuras cosechas, lo que es anticipo del Banco Agrícola. A tal fin sugiere instalar una escuela práctica de agricultura, “pues como dejo expuesto, sin saber nada se adelanta y haciendo aprender las reglas a los jóvenes labradores, al mismo que se les enseñase prácticamente, podría sacar muchas utilidades proporcionando todas las materias primeras”.

En el “Correo de Comercio” por él fundado y dirigido en marzo de 1810, escribe con frecuencia “hasta en los números que se publicaron a principios de setiembre de 1810”, época en que debió hacerse cargo de la expedición al Paraguay.

En él desarrolla sus ideas sobre el valor. Dos aspectos, al menos, pueden destacarse con relación al valor: el concepto por un lado y la relación entre factor y producto por otro. Con respecto al primero, Belgrano, a pesar de haberse formado en la escuela liberal smithiana, no establece la diferencia entre valor de uso y valor de cambio que caracteriza a la escuela clásica inglesa, que apunta más bien sólo al valor de cambio, es decir, al precio. Es justamente en este terreno en el cual Belgrano tiene conceptos muy claros y precisos sobre la determinación del precio, tan claros y precisos que evidencian una superioridad con respecto a Galiani y al mismo Smith. Su razonamiento es impecable estableciendo una combinación entre elementos subjetivos y objetivos en la formación del precio de las cosas, es decir, hace intervenir a los factores de oferta y demanda. Uno de los puntos más reveladores de la obra de Belgrano es haber sido un precursor de la “demanda efectiva”, corazón del pensamiento de John Keynes: “Los precios de todas las especies vendibles se arreglan por sí mismos en todas partes, siguiendo en ello la regla de la demanda efectiva, o lo que es lo mismo, según la mayor o menor copia de compradores”. En el mismo sentido señala, “La superioridad de los progresos en el trabajo industrioso entre las naciones depende de la superioridad de sus consumos, sean interiores sean exteriores” 

Dice en el artículo del 1 de septiembre de 1810 en el “Correo de Comercio”: “Ninguna cosa tiene su valor real, ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el que nosotros le queremos dar; y éste se liga precisamente a la necesidad que tengamos de ella; a los medios de satisfacer esta inclinación, a los deseos de lograrla y a su escasez y abundancia”.

El análisis de los escritos de Belgrano revela que su idea de productividad es más amplia  que la de los fisiócratas que la habían reducido a la Agricultura. El mismo entusiasmo y convicción que pone para defender a la actividad del campo, lo pone también para auspiciar la artesanía (industria) y el comercio, asignándole a estas actividades una importancia equivalente a la primera. “Fomentar la agricultura, animar la industria y proteger al comercio” había sido  el título de la primera Memoria.

“La agricultura sólo florece con el gran consumo, y éste, ¿cómo lo habrá en un país aislado y sin comercio, aun cuando se pudiese encontrar en el mundo como el que yo he propuesto? Así es, que los economistas claman por el comercio, que se atraigan a los extranjeros a los puertos de la nación agricultora, pues la prosperidad de aquellos deba contribuir a la de ésta; con ella se multiplican los hombres y, por consiguiente, los consumidores; éstas dan más valor a las tierras, y aumentan el número de los hombres que trabajan”.

Hace ya tiempo que se debate si Belgrano era partidario del libre comercio o del proteccionismo y de la intervención del Estado en asuntos económicos. Abona la primera posición afirmaciones como la que sostuvo que el valor de la producción agrícola crece cuando se han removido los obstáculos al comercio, entre las que enfatizó la falta de libertad para comerciar, es decir el derecho que le cabía al agricultor o al comerciante de comprar o vender donde le resultara más conveniente. Otros obstáculos eran la ignorancia del pueblo, de ahí su insistencia en crear escuelas públicas donde se enseñara matemáticas, castellano, latín, dibujo, navegación, etc. También  la falta de comunicaciones adecuadas, tanto internas como externas, bregando permanentemente por la construcción de caminos, puentes, muelles, canales, etc. 

El concepto de productividad de Belgrano es también original y diferente del de los fisiócratas, a pesar de la paternidad intelectual de Quesnay sobre nuestro prócer. Don Manuel escribió en su tercera “Memoria”: “Los productos de las cosechas exceden en los años regulares en mucho al consumo de los habitantes , con que no buscando en otra parte su venta, serán perjudiciales a este país y vendrá a suceder la carestía en lugar de la abundancia, por una razón muy obvia, cual es, de que ninguno quiere encontrar pérdidas en lugar de ganancias; no habiendo consumo, el labrador que se halla en este caso, abandona, por consiguiente , el cultivo, y véase aquí la escasez indispensablemente” . 

En el “Correo del Comercio”, N° 2 del 10/3/1810, cuando aún profesaba el liberalismo económico y filosófico, aceptaba la intervención del Estado en casos particulares. Justamente, a raíz de la escasez, la agricultura debe dar lugar a los otros dos rubros: “Alguna vez se presenta la naturaleza tan escasa en sus mejores producciones, por la mala disposición de los terrenos para convertirlos a la útil agricultura, que se hace indispensable el preferir las artes y el comercio, para no tener en la inacción a sus habitadores, y para crear un fondo permanente al sostén de la sociedad, pero en este caso, en este sólo caso, es cuando debe preferirse la industria o el comercio al arte primario de la agricultura”.

Está claro, entonces, para Belgrano que la industria no sólo transforma valores preexistentes, ni que el comercio se caracteriza sólo por transportarlos, sino que ambas actividades crean valores. 

Varios años después escribe en el Correo de Comercio, N° 2 del 10/3/1810: “Ni la agricultura ni el comercio serían, así en ningún caso, suficiente a establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa industria; porque ni todos los individuos de un país son a propósito para desempeñar aquellas dos primeras profesiones, ni ellas pueden sólidamente establecerse, ni presentar ventajas conocidas, si este ramo vivificador no entra a dar valor a las rudas producciones de la una, y materia y pábulo a la perenne rotación del otro: cosas ambas que cuando se hallan regularmente combinadas no dejarán de acarrear jamás la abundancia y la riqueza al pueblo que las desempeñe felizmente”.

 Belgrano describe la dependencia mutua entre agricultura y comercio: “Uno sin otro no pueden florecer”. Un país bien dotado de tierra y con habitantes industriosos, que saben cultivar la tierra, se completa con el comercio: “este país sin comercio será un país miserable y desgraciado”. En aquellos tiempos, cuando sostener el libre comercio era una forma de minar el monopolio a que obligaba la metrópoli, escribía que, al igual que la agricultura, el comercio debía ser libre. Al Estado le cabría solo el rol de promotor desde la educación y la construcción de caminos, canales, puentes y muelles. 

Don Manuel no sólo se ocupó de la economía local sino también de la internacional: “Cuando dos países comercian lo hacen a través de dinero, esa entrada de dinero repercute en el alza o la baja de la tasa de interés, la cual termina determinando el nivel de actividad del país. Así, un país que tiene una posición superavitaria del comercio exterior tendrá más dinero y su tasa de interés descenderá, lo que favorece aún más su producción. En cambio, un país deficitario en el comercio exterior tendrá menos dinero y su tasa de interés subirá, desalentando aún más la producción. Pero a su vez incorpora las consecuencias del pago de deuda de los déficit comerciales, concluyendo que no hacen más que atrapar al país deudor en una desindustrialización”. 

En cuanto al endeudamiento: “El pueblo deudor de una balanza pierde en el cambio que se hace de los deudores una parte del beneficio, que había podido hacer sobre las ventas, además del dinero que está obligado a transportar para el exceso de las deudas recíprocas, y el pueblo acreedor gana, además de este dinero, una parte de su deuda recíproca en el cambio, que se hace de los deudores. Así, el pueblo deudor de la balanza ha vendido sus mercaderías menos caro y ha comprado más caro las del pueblo acreedor, de donde resulta que en el uno la industria es desalentada, en tanto que está animada en el otro”. 

Belgrano fue, sin dudas, uno de los pioneros en traer a estas tierras las ideas del liberalismo más tradicional, derivadas de la fisiocracia y de Adam Smith, pero ello fue antes de la insurrección de Mayo, cuando las ideas antimonopólicas y el antiproteccionismo operaban en contra de los intereses de la Corona española y abrían el camino a la disidencia. Recordemos que en la Junta de mayo había comerciantes españoles que deseaban la caída del Virrey para abrirse al comercio con Inglaterra. 

Pero cuando se abre la perspectiva independista y la prioridad  es fortalecer a un estado débil para sostener una guerra desigual, sus conceptos giran hacia el estatismo y al proteccionismo, como lo expone en el “Correo” de septiembre de 1810, meses después del 25 de mayo: “Yo expondré nueve principios que los ingleses, es decir el pueblo más sabio en el comercio, proponen en sus libros para juzgar la utilidad o la desventaja de las operaciones de comercio”

  1. La EXPORTACION de lo superfluo ES LA GANANCIA MAS CLARA QUE PUEDE HACER UNA NACION. 
  2. El modo mas ventajoso de EXPORTAR las producciones superfluas de la tierra, ES PONERLAS ANTES EN OBRAS O MANUFACTURAS (valor agregado)
  3. La IMPORTACION DE LAS MATERIAS PRIMAS extranjeras para emplearse en manufacturas, en lugar de sacarlas manufacturadas de sus países, AHORRA MUCHO DINERO y proporciona la ventaja que PRODUCE A LAS MANOS QUE SE EMPLEAN EN DARLES UNA NUEVA FORMA 
  4. El cambio de MERCANCIAS CONTRA MERCANCIAS, es ventajoso en general, SALVO LOS CASOS EN QUE ES CONTRARIO A ESTOS MISMOS PRINCIPIOS 
  5. La IMPORTACION DE LAS MERCANCIAS que impiden el consumo de las del país o que perjudican el progreso de las manufacturas y de su cultivo, llevan tras de si, necesariamente, LA RUINA DE UNA NACION (proteccionismo)
  6. La IMPORTACION de las mercaderías extranjeras de puro lujo en cambio de dinero, cuando este no es un fruto del país como es el nuestro, ES UNA VERDADERA PERDIDA DE TIEMPO 
  7. La importación de las cosas de absoluta necesidad, no puede estimarse un mal, pero no deja de ser UN MOTIVO DE EMPOBRECIMIENTO PARA UNA NACION 
  8. La importación de las mercaderías extranjeras PARA VOLVER A EXPORTARLAS ENSEGUIDA, procura, a quienes lo realizan, un beneficio real. 
  9. Es un comercio ventajoso, DAR SUS BAXELES A FLETE A LAS OTRAS NACIONES 

Recordemos que Belgrano fue coautor con Moreno del “Plan de Operaciones”, signado por la necesidad de estructurar un estado fuete y revolucionario para consolidar y expandir la Revolución iniciada en mayo.  Allí abandona el librecambismo y expone ideas más emparentadas con el proteccionismo (“mercantilismo” para utilizar un lenguaje acorde con la época). Los lineamientos del Plan otorgaban al Estado un papel preponderante en el ordenamiento económico: “Se pondrá la máquina del Estado -sostiene- en un orden de industrias, lo que facilitará la subsistencia de miles de individuos”. Se manifestaba contrario al libre comercio sin aranceles aduaneros, porque creía que esa situación era la que “ha arruinado y destruido los canales de la felicidad pública por la concesión a los ingleses”.

Proponía que el Estado realizara inversiones para desarrollar industrias, artes, ingenios, agricultura, navegación, diversificando las producciones. Los recursos para desarrollar esas actividades provendrían de la confiscación de bienes de los españoles y de los americanos que no fuesen partidarios de la Revolución, también la apropiación de las  riquezas en manos de los empresarios mineros del Alto Perú, asimismo la incautación y fuerte presión fiscal a los ricos porque consideraba que: “Es máxima aprobada que las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un Estado, no sólo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil, cuando solamente con su poder absorben el juego de todos los ramos de un Estado, sino cuando también en nada remedian las grandes necesidades de los infinitos miembros de la sociedad, demostrándose como una reunión de aguas estancadas que no ofrecen otras producciones sino para el terreno que ocupan pero que si corriendo rápidamente su curso bañasen todas las partes de una a otras no habría un solo individuos que no las disfrutase, sacando la utilidad que le proporcionase la subsistencia política, sin menoscabo y perjuicio”.  

También: “En esta virtud, luego de hacerse entender más claramente mi proyecto, se verá que una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del Estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, etc., producirá en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que, siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a más oro de lo que pesan; pero como esta materia no sea de este tratado, paso a exponer los medios que deben adoptarse para el aumento de los fondos públicos”. 

Fuente

http://pachoodonnell.com.ar/

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