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jueves, abril 25, 2024

Acerca del cine y los encierros

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Días atrás, el columnista Jorge Fernández Díaz parangonaba la situación en que se encuentra el presidente Alberto Fernández con la que tenía el capitán de un barco que se iba a pique y los pocos que se salvaban estaban subidos a una barca de salvataje. Con el detalle de que sobraba gente ahí arriba. Era para nueve personas y había 26.

El planteo es realista. El personaje central (Tyrone Power) queda a cargo tras la muerte del capitán.

En El mar no perdona, un líder debe tomar decisiones acerca de a quién salvar y a quién no

Y tiene una opción de fierro:  Se trata del líder humano y práctico, que actúa con firmeza cuando asume la responsabilidad de guiar a un grupo, en este caso, esperando un rescate ilusorio.

Empero, dos situaciones lo transformarán: el enterarse que el telegrafista del barco nunca pudo enviar la señal de socorro por daños en los aparatos, y el persistente consejo fatalista de un miembro de la tripulación para que no arriesgue la vida de todos los sobrevivientes, por intentar de cuidar a quienes no estarían aptos para salvarse por sí mismos.

La película es de 1957 y se la conoció como El mar no perdona y quizá, hasta es más feliz que el original, “Abandon ship”.

Y, volviendo a la situación de alta mar, en esta ocasión, las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos no tendrán la primera opción de salvarse, sino todo lo contrario. Deberán, por el bien de todos, ser desechados, pues los más idóneos son los que tendrán la oportunidad para sobrevivir.

Para el final de la película, queda abierta la cuestión para el espectador: ¿Qué hubieras hecho en los zapatos del hombre que estuvo al mando de la nave?

Resulta harto fácil trasladarlo al actual contexto.

Otra situación de no-salida que por estos días puede remitir a la circunstancia mundial de encierro es una película que ya tiene más de tres décadas.

Pasó casi sin hacer ruido por las salas. Una especie de documental en dibujos animados. Se llamó Cuando sopla el viento.

Basada en un comic, Cuando sopla el viento se transformó en una película antibélica

La música es del notable músico inglés Roger Waters.

Y la historia es sencilla. Una pareja de personas mayores vive en un ámbito rural inglés. Han pasado por las peripecias de los ataques aéreos de la Segunda Guerra Mundial.

Y, tal como hace 40 años atrás, tienen un instructivo para un eventual ataque, en este caso, uno atómico.

El hombre lee el manual y le explica a su esposa como hacer el refugio antinuclear dentro de la casa.

Hasta que sobreviene el lanzamiento cruzado de misiles (“cuando sopla el viento”). Ambos sobreviven pero no hay conexiones. Ya no pueden hablar por teléfono con su hija en la ciudad (¿estarán vivos esos familiares?) y no hay electricidad.

Pero son tozudos y deciden sobrevivir con lo que tienen. Si pasaron cosas peores en la Segunda Guerra.

Así, el lento trajinar de los días deja ver cómo los estragos de las emanaciones nucleares van minando el cuerpo y el espíritu de los protagonistas.

Jim y Hilda Bloggs viven en un ambiente rural inglés y soportan un ataque nuclear

Es quizá por eso, que este excepcional filme (con un registro antibélico muy notorio) no ha sido nombrado aún: su final es tan desolador que puede llevar a hacer perder toda la esperanza en la raza humana.

Los desafíos están puestos para ser superados.

Basado en una novela gráfica, el filme resultó un impacto doble por la calidad musical

Los líderes que han de guiar deben estar muy inspirados para no errar en las decisiones y tener suficientes espaldas para soportar las consecuencias de sus determinaciones.

Valga el clip con el tema principal de la película para apreciar la calidad del dibujo y la música de Waters

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