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viernes, abril 19, 2024

Una (ad)mirada a la película No mires arriba

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El periodista Gonzalo Cordero se anima a diseccionar la obra que Netflix puso a fin de año a consideración. Hace una “quita de capas” -como él mismo señala- y vale la pena ver si se comparten sus miradas.

Con el título “Final explicado: la clave es el pedo de Sting”, el español Gonzalo Cordero emitió su juicio para la revista Esquire en castellano: la película No mires arriba (Don’t look up) merece un aplauso. Está claro. A muchos no les gustó ni un poco.

Igual, vale destacar: lo que sigue contiene spoilers a raudales.

Si alguno no vio la película, pues ¿qué está esperando?

Watch Don't Look Up | Netflix Official Site

Lo de Gonzalo arranca así:

Si algo hemos aprendido en los últimos años, es que en el mundo solo hay dos tipos de personas: las que se creen que son más listas que nadie y las que se creen que son más listas que nadie.

El primer grupo, representado globalmente por Donald Trump y por todos sus minions (hola Isa, qué tal), son los aprovechadillos. El segundo, del que seguramente tú y yo formamos parte, somos los buenecitos. Qué monos. Los unos cacarean, los otros se indignan y vuelta a empezar, cada vez más convencidos, otros y unos, de que la razón está de su lado.

Y entre bucle y bucle, pasan cositas.

Llámalo pandemia mundial, llámalo volcán destructor, llámalo cometa apocalíptico.

En el cerebro de Adam Mckay, el director de No Miren Arriba - La Tercera
El director de No mires arriba, Adam McKay

El director Adam McKay (La gran apuesta) ha utilizado este último recurso metafórico, o no tanto, para trazar una caricatura de todas las ramas que se agitan (política, ciencia, medios de comunicación, mundo del espectáculo…) cuando la tierra menea desde la raíz. Es un árbol de Navidad, porque es la época en la que se ha estrenado No mires arriba y porque de cada esqueje cuelga una estrella brillante, de Hollywood, pero estrella al fin y al cabo.

Todo esto ya lo sabes, que si has pinchado en este final explicado es porque ya has visto la peli. O porque te da un poco de pereza y prefieres empezar la casa por el tejado, que ya nos conocemos. Da igual. En un caso y en otro conviene esta introducción, porque el pedo de Sting te lo vas a comer igual. Que en Esquire nunca (ejem) tiramos de titulares trampa.

¿Qué pasa al final de ‘No mires arriba’?

Lo dicho, spoilers a saco. A modo de resumen, la misión de Apple la empresa tecnológica que obligó al gobierno de Estados Unidos a no destruir el cometa semanas antes de su impacto para aprovechar los recursos minerales resulta un fracaso total. Un grupo de privilegiados huye en una nave espacial hacia un planeta habitable, en plan Interstellar o, mejor, Raised by WolvesEl meteorito llega a la Tierra en el momento previsto y lo destruye todo (bueno, o casi). Boom. Fin. A unos les pilla en familia y con amigos, a otros empinando el codo… Fenomenal, pero que todos a la mierda.

meryl streep en no mires arriba

La escena postcréditos

22.720 años después, chúpate esa elipsis, Kubrik. La nave en la que escaparon el gurú Peter Isherwell (grande Mark Rylance) y la presidenta Orlean (cómo te lo has gozado, Meryl) llega a un planeta que parece el edén.

Los pasajeros supervivientes, recién descongelados, salen a dar su primer paseo en pelotas por su nuevo mundo… Hasta que se cumple la profecía: “Morirás por el ataque de un bronteroc”, le dijo Peter a Orlean cuando esta le pidió que utilizara el big data para conocer cuál sería la causa de su muerte, sin saber ninguno de los dos qué era eso de un bronteroc.

Así que deduce que ese es el nombre del animal extraterrestre que devora violentamente a la presidenta… Y que los matará a todos. A menos que la peli tenga tanto éxito que Netflix se vea obligado a inventarse una excusa para hacer la segunda parte de No mires arriba

¿Lo podemos leer como una moraleja de que los malos tienen su merecido? Bah, no seamos obvios. No es más que una coña jurásica final para rematar a los villanos y, de paso, que el público se pregunte si ha visto un desnudo integral de Meryl Streep de la manera más tonta.

La (segunda) escena postcréditos

Si no has sido un ansias y te has tragado los títulos de crédito (como todo buen fan de Marvel sabe que debe hacer siempre), habrás visto este breve epílogo final. En él, Jason (tú también te lo has pasado teta, Jonah Hill), el hijo de la presidenta, surge de entre los escombros al grito, qué tierno, de “¡mamaaá!”. Y ante el panorama, listo él, deduce y comparte su deducción: “¡Soy el último hombre de la Tierra! Dame like y suscríbete, aquí estaré”.

Jason Hill hace de hijo de la Presidente y asesor: logradísimo papel

¿Lo podemos leer como una moraleja de que lo más tontos y más malos se salen con la suya? Doble ‘bah’. Es un último gag sobre la traducción de las catástrofes en las redes sociales y como a Netflix se le ocurra hacer la segunda parte de No mires arriba tirando de este hilo, de verdad que es para exigir la extinción, como poco, de las plataformas de streaming.

Lo que realmente cuenta el final

Vamos quitando capas a la cebolla. Empezamos por la parodia de las películas de catástrofes, que es puro divertimento, como el Scary Movie del cine de terror. En ese sentido, perfecta.

Seguimos con la capa más jugosa, la de la crítica descarnada a cómo reaccionan los diferentes estamentos sociales ante una crisis, digamos, ecológica. Esta es la lectura que se ha subrayado en todas las reseñas sobre No mires arriba: que lo que realmente ha querido mostrar Adam McKay con su ejército de estrellas es una gran metáfora de qué estamos haciendo todos, los aprovechadillos y los buenecitos, ante el cambio climático. Lo tenemos delante de los ojos, las evidencias científicas son arrolladoras… Pero unos por otros, el meteorito sin barrer.

Las imágenes de Don't Look Up revelan al presidente y al elenco de  estrellas de Meryl Streep - La Neta Neta
Meryl Streep hace de presidente de Estados Unidos con un cierto aire a Donald Trump

Desde el punto de vista estadounidense, la película dibuja una caricatura radical de la administración Trump en particular y de los republicanos en general, con una antitrumpista como Meryl Streep impersonando a su archienemigo.

Es poderoso verla hablar como él, moverse como él, agitar a la clase trabajadora con los argumentos populistas de él. Por supuesto es extrapolable, como decíamos al principio, a todos los mini-Trump que hay por el mundo. “¡Os quieren robar la libertad!”, dicen los defensores del #NoMiresArriba, el hashtag (Isa, ¿te había saludado?) que da título a la película, escudo de quienes niegan cualquier realidad que no vaya bien a tus intereses. Económicos, básicamente. Mejor frase de la película: “Tus padres y yo estamos a favor del empleo que creará el cometa”.

Del otro lado, también se mofa con estruendo de los demócratas. El clímax de este bofetón es que la acción más potente que logran poner en marcha los ‘buenistas’ es un concierto.

Alicia Keys, Bono y Lady Gaga, cancelando suscripción a Netflix. En el de la peli, la cantante pop Riley Bina (Ariana Grande) estrena un single estilo Eurovisión en el que habla de la relación con su novio con metáforas fabulosamente ridículas de la destrucción que provocará el meteorito. Sencillamente genial.

Cate Blanchet (izq) Jack Bremmer y junto a ellos Leo Di Caprio y Jennifer Lawrence

En esta segunda capa también reciben los medios de comunicación, con ese empeño tan reconocible de los periodistas que interpretan Susanna Griso (se refiere a una famosa presentadora española con un notable parecido a la actriz) Cate Blanchett y Jack Bremmer de untar de frivolidad, de superficialidad y de finalfelicismo cualquier noticia que sale de sus bocas.

El guion es muy, muy incisivo en este aspecto. Ah, la industria del cine también se lleva su pellizco: es glorioso el momento en el que una especie de Tom Cruise promociona con desgana la película Devastación total con un equilibrismo bochornoso para no perder espectadores de ningún bando. Como que también nos suena, ¿no?

BASH from 'Don't Look Up' NETFLIX Movie

Nos queda el mundo de las grandes tecnológicas. Quizá es la parodia más heavy de toda la película, cómo una empresa es capaz de imponer su voluntad al país más poderoso del mundo, cómo estruja la realidad por la vía del marketing, todo encarnado en la figura de ese emprendedor/profeta que habla como si Yoda leyera una taza de Mr Wonderful. ¿Por qué será que siendo el ataque más agresivo, lo percibimos más como humorístico que como peligroso? Si el microchip de la vacuna no me hubiera inhibido esa capacidad crítica, te lo respondería.

Bueno, también hay un leve tirón de orejas Fernando Simón (un médico español que fue criticado por su manejo y gestión del coronavirus) a la comunidad científica. Nos referimos al ataque de ego y estrellitis que sufre el doctor Mindy, el personaje de Leonardo DiCaprio, aunque en realidad lo más cruel de esta crítica apunta a la precariedad y la falta de impacto en la toma de decisiones que tiene la ciencia ‘oficial’ ante los dramas de la humanidad.

Entre todas esas capas, la película se marca un retrato muy completo de la era de la postverdad, de la crispación marketiniana, de una sociedad cosida a lo loco a la que se le abren las costuras por todos los lados en cuanto hay un poco de presión.

Y, por fin, el pedo de Sting

Que de verdad que no era un titular trampa. En el momento cómico más brillante de la película, Kate Dibiasky, el personaje de Jennifer Lawrence, está en un cuartucho de la Casa Blanca con el doctor Oglethorpe (Rob Morgan), ambos excluidos de la toma de decisiones. Ella está obsesionada con que un general Themes (Paul Guilfoyle) les pidió dinero por una botella de agua y una bolsa de patatas fritas que en realidad eran gratuitas. En ese momento, Oglethorpe comparte la metáfora definitiva: una vez coincidió con Sting en un ascensor, el cantante se tiró un pedo, le miró a los ojos y no dijo nada.

Se me disparan las interpretaciones. En esa metáfora ventosa, Sting puede encarnar a las personas poderosas del mundo, que actúan como les da la gana, a la cara, y no piden permiso ni perdón para contaminar el aire que respiramos o pudrir los equilibrios sociales que nos sustentan. O mejor, Sting puede encarnar algo así como a la Madre Naturaleza, que sacude la vida de los humanos sin pestañear, ajena por completo a los deseos, a las ansias de explicaciones, de cada mierda de individuo insignificante.

Ahora estarás pensando que esto es una chorrada (boludez, en Argentina) máxima. Claro. Claro que lo es. Porque lo que realmente transmite No mires arriba es justo eso. Que el absurdo y la estupidez es el verdadero esquema que rige los avatares de la humanidad. En el corazón de esta cebolla que estamos desmenuzando, late un nihilismo radical: da igual lo que hagas, da igual lo que digas, da igual que seas bondadosísimo, que seas una mala pécora, da igual que te movilices, que te calles, que pelees pancarta en mano o que te quedes en casa viendo La isla de las tentaciones mientras los polos se derriten o los asteroides irrumpen en la atmósfera. Hagamos lo que hagamos, sea cual sea nuestra voluntad o nuestro espíritu, la realidad se conduce por un absurdo absoluto al que se la sopla todo.

Grita, rebélate, mata, protege, quema bosques, comparte hashtags en redes, vete a África a poner vacunas, dispara bombas nucleares. Hagas lo que hagas, te vas a comer el pedo de Sting. Y él no va a parpadear.

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