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jueves, mayo 2, 2024

La playa donde los aviones casi tocan a los veraneantes

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Se llama Maho Beach y está en la parte holandesa de Sint Maarten en el Caribe, una isla que mide 14 kilómetros de largo y 13 km de ancho. Sus 87 kilómetros cuadrados se los reparten Francia y los Países Bajos Holanda en la parte sur. Llegan grandes jets que pasan rozando la cabeza de los veraneantes

Ver las fotos ya ocasiona temor. Asusta lo bajo que pasan esos gigantescos jets que vienen ahí a embocar en la pista de aterrizaje mientras los veraneantes miran, levantan las manos (casi que pueden tocar el fuselaje con las ruedas desplegadas), sacan fotos, filman, saludan. Es un suspiro y la nave hace -gracias al comandante- el último acomodo para que las ruedas toquen la pista y empieza a corretear. Se supone que después de varios días, ya no ha de asombrar. Pero al principio, asusta ver pasar tan cerca esos monstruos que están llegando con la última velocidad de sustento (los aviones se mantienen en el aire gracias a la velocidad, decía Isaac Asimov) y esa velocidad está en los 180 km/h. Por debajo de eso, las naves se caen como una piedra. Los flaps están abiertos así como el sistema de aterrizaje desplegado. Nada puede fallar. Y, gracias a la tecnología, así ocurre. En una muy alta proporción de casos, se puede aclarar.


Ubicada a unos 240 kilómetros de Puerto Rico, la isla fue divisada por Cristóbal Colón en su vuelta de La Española durante su segundo viaje, el 11 de noviembre de 1493, día de San Martín de Tours, y de ahí le viene el nombre. La tradición local designa la isla por otros dos nombres en lengua del Caribe: “Soualiga” (“la isla a la sal”) y “Oualichi” (“la isla a las mujeres”).
Debido a la proximidad única de los aviones de bajo vuelo, la ubicación es muy popular entre los observadores de aviones, cuenta el sitio 20Minutos. Este es uno de los pocos lugares en el mundo donde se pueden ver las aeronaves en su trayectoria de vuelo justo fuera del final de la pista.

Esta imagen permite apreciar lo corto de la pista: en primer plano, la playa de los veraneantes

Ver a los aviones que pasan sobre la playa es una actividad tan popular, que los horarios diarios de llegadas y salidas de las aerolíneas se muestran en una tabla en la mayoría de los bares y restaurantes de la playa, y el Sunset Bar and Grill anteriormente tenía un altavoz en su cubierta exterior que transmite la radio del centro de control del aeropuerto.
Hasta 2016 aterrizaban en este aeropuerto nada menos que los gigantescos Boeing 747 de la compañía KLM, que dejó de operarlos para este destino aeropuerto en esa fecha.


Así era antes: El aeródromo, construido sobre una estrecha lengua de tierra y el tercero del Caribe por tráfico de pasajeros, atrae a los aficionados a los aviones (o plane spotters) porque las aeronaves pasan a escasos 25 metros sobre sus cabezas cuando aterrizan. Además, debido a la falta de espacio, no existen pistas de rodaje, con lo que los aparatos tienen que girar 180 grados para dar la vuelta y los más grandes utilizan la práctica totalidad de la zona asfaltada para acelerar, despegar, aterrizar y frenar.

En este registro de video se aprecia con sonido de ambiente cómo es la llegada de los gigantescos Boeing 747. Y ya son una antigüedad: hace varios años que estos aeroplanos ya no aterrizan allí. Y hay motivos para ello


O sea: por un lado cuando bajan parecen rozar las cabezas de las personas. Pero después cuando ya pisaron la pista, otros van al extremo donde giran y quedan expuestos a los chorros de los jets.
Las autoridades de la isla advierten en varios carteles de que es muy peligroso acercarse demasiado en el momento de la llegada y la salida de las aeronaves.

Los más atrevidos pueden ser succionados por las turbinas o empujados hacia el mar de manera violenta. No hacer caso de las advertencias “puede dar lugar a lesiones serias o incluso la muerte”, dicen los letreros.

Este informe señala los riesgos que (a conciencia) corren los que se paran detrás de los chorros de las turbinas.

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