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martes, abril 23, 2024

El hombre que nada en las aguas gélidas

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Facundo es guía de kayak y se preguntó qué pasaría en caso de un incidente en invierno. Y de ahí surgió su interés. Y ya no paró más. En pleno invierno, se mete hasta tres veces por semana en las heladas aguas. “Adrenalina pura”, dice y se zambulle. Brrrrrr

La escena es de Titanic. La famosa película. Rose se está por suicidar (o eso parece) y Jack la salva. “¿Sabes qué pasaría?”, le pregunta él. “Parecería que mil clavos se ensartan en tu piel. Eso sentirías antes de morir congelada”.

No había lugar en la tabla. Rose no pudo salvar a Jack Dawson y el frío ganó la batalla

No estaba tan errado, el joven Dawson, pintor para más datos y enamoradizo por demás, que dio cuerpo Leonardo Di Caprio junto a Kate Winslet para hacer una de las parejas más recordadas del cine.

Facundo Palumbo es profesor de matemáticas y guía de kayak. Pero además, nada en aguas heladas, más precisamente en el Nahuel Nuapi, donde entrena tres veces a la semana. Los cuidados, el entrenamiento y las condiciones de este deporte extremo.

 Lorena Roncarolo del diario Río Negro lo entrevistó y vale la pena conocer la historia de Palumbo.

Tres veces a la semana, Facundo sin esas mallas enterizas de neoprene que usan los que hacen surf, ingresa poco a poco al lago Nahuel Huapi hasta que el agua le llega a la cintura. Aguarda unos minutos y se zambulle dispuesto a nadar. 

La temperatura invernal muy por debajo de los 10 grados no lo amedrenta sino todo lo contrario.

Cualquiera recordará lo que enseñan en las escuelas: “el ser humano es homotermo: su temperatura corporal siempre está en torno a los 37 grados y se mantiene estable”.

El profe Facundo hace caso omiso a esta cuestión y como si fuera un salmón de aguas de montaña, va y se lanza y obliga a su cuerpo a adaptarse… a cómo dé.

Palumbo es profesor de matemáticas y guía de kayak. Siempre se preguntó cómo reaccionaría su cuerpo en caso de un incidente con la canoa en pleno invierno.

De esta forma, se inscribió en una clínica en Villa La Angostura que marcó un antes y un después en su vida. “Concurrí a modo informativo pero como estaba rodeado de médicos y deportistas, me animé a meterme al agua en invierno en Bahía Manzano y me voló la cabeza”, reconoció este hombre de 45 años.

Esa tarde, la temperatura del agua apenas alcanzaba los 6 grados (en invierno, no baja más de los 5 grados). Facundo reconoció que a medida que el agua lo cubría, pensó en regresar a la costa porque “sentía que le pinchaba el cuerpo” (recordar el diálogo de Titanic).

Pero en ese momento, apareció una de las médicas organizadoras y le sugirió que esperara un poco más. Que “ya era el momento”. 

“Cuando me sumergí, me puse eufórico. No me podían sacar. Pero a los 5 minutos yo sabía que debía salir”, dijo.

Comenzó a entrenar todo el año y se conformó un grupo que nadaba en distintos espejos de agua de Bariloche los fines de semana. “Me gusta la natación en aguas abiertas. Se considera aguas frías por debajo de los 14 grados, de abril a noviembre. Cuando el agua está tan fría, se siente euforia y mucha adrenalina”, recalcó y destacó que, al nadar, se deleita una y otra vez con la imagen que aportan el agua tan transparente.

Hay que cuidar todo

Nadar en aguas frías, como todo deporte extremo, demanda un buen estado de salud. Pero también cumplir a rajatabla con un protocolo en el ingreso y la salida. Durante los primeros minutos es necesario aclimatar el cuerpoSe sugiere esperar unos minutos con el agua hasta la cintura para evitar los espasmos. Luego, ya se puede nadar.

Es claro: si algo falla será nada menos que el “bobo”, apodo que cariñosamente los seres humanos pusieron al generoso órgano que trabaja día y noche bombeando sangre.

“Nunca hay que largarse a nadar de una porque el corazón puede jugar una mala pasada. Yo me hago uno o dos estudios al año de alto rendimiento. Y el médico pone los límites. Este deporte lo puede hacer cualquiera pero con muchos recaudos”, advirtió.

Al ingresar al agua, señaló, “se siente un golpe fuerte de endorfinas que van a generar calor y euforia. El tema es salir a tiempoAl principio, no conviene permanecer más de cinco o diez minutos pese al estado placentero. Porque si no, al salir, ya estas con hipotermia”.

Cuando la cosa empieza a ir mal

Las señales de alarma son manos y pies entumecidos, hablar trabado y los mareos. Los labios van tornándose violeta: la sangre no circula ni vuelve al corazón y éste está trabajando a destajo.

Al salir del agua, este deportista recomienda sacarse la ropa mojada, secarse bien y beber algo caliente ya que “a los pocos minutos, el cuerpo empieza a temblar para recuperar la temperatura”.

La permanencia en aguas frías es entrenable, aclaró. Pero hay un elemento que los meteorólogos descubrieron y lo aplicaron para la creación de la famosa “sensación térmica”: la presencia (o no) de viento de superficie.

Un día sin viento, este deportista puede entrenar una hora en el lago. Pero el viento lo cambia todo y con esa condición, no logra estar adentro del agua más de 40 minutos porque “enfría muchísimo”.

Facundo intenta nadar siempre acompañado. Cuando lo hace solo, practica cerca de la orilla. Siempre lleva su reloj para tener en cuenta el tiempo y un torpedo para agarrarse ante cualquier evento. 

“No son los mismos límites a los que llego si estoy solo o acompañado”, admitió.

El efecto “Rose”

Definió como “traumática” la primera experiencia en aguas frías de un guardavida. “Estaba muy confiado y con tanta euforia, no paraba. Nadó 10 minutos y todos le insistimos para que salga. Pero seguía nadando. Llegó a los 15 minutos y al salir, estaba con principio de hipotermia. No se quería sacar la ropa y empezó a hablar medio trabado. Le tomó un día recuperar la temperatura y nunca más se metió al agua en invierno”, expresó.

Facundo suele entrenar en el lago Nahuel Huapi. 

El cuerpo humano es una máquina maravillosa. Aún la gente se admira ver a esos rusos en pleno invierno con pequeñas mallas que se lanzan al agua congelada y se bañan se lanzan un cubo de auga congelada sobre el cuerpo.

Cuando busca temperaturas más bajas, concurre a la laguna El Trébol que, a veces, suele llegar a los 0 grados. Si pretende entrenar la parte técnica, busca lugares reparados, como Puerto Moreno, y cuando busca mayor exigencia, prefiere Playa Centenario donde el viento genera oleaje.

La gran admirada de Facundo, Bárbara Hernández, nadadora chilena

¿A quién admira este deportista?

No duda. La nadadora chilena Bárbara Hernández, especializada en nado en aguas gélidas, cruzó el Estrecho de Magallanes, con una temperatura de 7 grados, en poco menos de dos horas.

Bárbara Hernández nadando en aguas gélidas y sin trajes especiales.

Este barilochense también tiene sus propias metas. Sueña con cruzar el lago Nahuel Huapi y empezar a competir en algún momento.

Se empieza por lo pequeño.

El debut fue en una pileta Pelopincho en el momento más complicado de la cuarentena cuando no podía salir.

“Al ser un cuerpo de agua chico se congela. Al menos, la capa de arriba. Ahí entrenaba, entre 1 y 0 grado. Eso me ayudó muchísimo. Al entrenar en forma rutinaria, se estimulan las grasas pardas del cuerpo que se activan al sentir frío. Cuando te metes al agua fría, esas grasas detonan calor y protegen los órganos”. 

Poco después, el objetivo fue la laguna El Trébol que estaba congelada con una capa de 10 centímetros. Junto con algunos amigos, fabricaron “dos ventanitas con serruchos para nadar debajo del agua de un sector al otro”.

Siempre quedaba alguien afuera del agua en caso de alguna emergencia. “Eso fue heavy porque cuando te sumergís, sabés que tenés que llegar sí o sí del otro lado. Fuimos con la idea de hacer una pileta como hacen en Siberia. Pero nos dimos cuenta de que, si lo hacíamos, resquebrajábamos la laguna”, destacó. A partir de esa experiencia, comenzó a practicar apnea o buceo libre – sin tanque, aguantando la respiración. 

“Lo hacemos con Ramón Ceballos con quien lo practicamos sin neoprene, sin protección térmica. Es uno de los deportes más extremos y sirve como entrenamiento”.

Fuente: diario Río Negro

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