Elizabeth Holmes tenía 19 años cuando su empresa de biotecnología, Theranos, recibió inversiones de Bill Clinton y Rupert Murdoch, entre otros destacados. Juntó u$s 9 mil millones. Casi dos décadas después, demostrados sus fraudes, va a dar sus huesos a la cárcel
Sí. Joven, bella, talentosa, y para más, con iniciativa para emprender.
Como lo pedía el menú de Silicon Valley, ese lugar increíble en el estado de California. Ahí, donde no hay horarios. Donde todos son felices con lo que hacen. Donde todo el mundo es “cool” y va en patineta a trabajar (o ¡se queda en casa!) y en vez de beber una gaseosa prefiere un líquido llamado Kombucha (una especie de té fermentado). Ahí mismo, fermentó la idea de la buena de Liz.
Con apenas 19 años, Elizabeth Holmes sedujo a inversores de la talla de Bill Clinton y Rupert Murdoch así como miembros de la familia Walton (dueños de Walmart) y Rupert Murdoch (el más poderoso dueño de medios periodísticos del mundo) con su emprendimiento, Theranos, una empresa de biotecnología.
Metió a todos en la bolsa y juntó una buena parva de dólares. Theranos era la exacta combinación de lo que ellos buscaban: “Therapy” (terapia) y “Diagnosis” (Diagnóstico). Un mix por demás atractivo.
¿Qué les decía la bella y buena de Liz a los inversores?
“Miren: tengo una máquina que hace análisis químicos de la sangre. Con una gota apenas, podemos hacer más de 200 análisis y averiguar todo lo que puede causarle daño a la persona. Y así prevenir muchas enfermedades y aumentar la expectativa de vida de la gente”.
Lo que ofrecían Holmes y Theranos era una máquina fantástica que hacía TODOS los exámenes que se hacen hoy en día en cualquier clínica bioquímica pero en un solo tiro.
Los años fueron pasando.
La empresa seguía existiendo y su fundadora había desaparecido de las tapas de diarios y revistas de negocios.
Hasta ahora.
Que volvió a las portadas.
Pero en la sección Policiales.
Tras convertirse en la multimillonaria más joven del mundo, a los 37 años el lunes 10 de enero de 2022 fue declarada culpable por fraude en un tribunal de California, Estados Unidos, en un caso que conmueve a Silicon Valley.
Hace un lustro aproximadamente, un ex empleado de Theranos se reunió con un cronista del diario de negocios The Wall Street Journal (WSJ) y le contó todo.
Como en las películas. Reunidos en un bar de mala muerte, el ex empleado iba detallando lo que no andaba bien en la famosa firma y su aparato.
“La máquina famosa no estaba funcionando. Apenas hacía unos quince análisis más o menos bien. Para el resto, debían recurrir a artefactos antiguos y hacerlo pasar como que los resultados eran de la maravilla de Theranos”.
Un truco, bah. O engaño. O, tal vez, una estafa.
Después de visto cualquier tonto es listo
¿Cómo se ve hoy el panorama, con el “diario del lunes”?
Holmes fue brillante vendiendo ese sueño, al aplicar una práctica muy de Silicon Valley: “simula hasta que logres (hacerlo andar)”.
Su problema era que no podían lograr que funcione.
Sus abogados han argumentado que Holmes era simplemente una mujer de negocios que fracasó, pero no una estafadora.
El inconveniente en Silicon Valley es que la línea entre el fraude y simplemente jugar con la cultura de simular es muy delgada.
“Theranos fue una advertencia temprana de un cambio cultural en Silicon Valley que ha permitido prosperar a promotores y sinvergüenzas”, dijo el inversor Roger McNamee, que es crítico con la gran tecnología y que no invirtió en Theranos.
Esa delgada línea roja (de sangre)
Holmes es un ejemplo poco común –señalan observadores- en el mundo de los emprendedores tecnológicos, en un sector en el que abundan inversiones en promesas que no se materializan.
Su caso colocó además una línea divisoria entre la innovación tecnológica y la deshonestidad delictiva.
El jurado, compuesto por ocho hombres y cuatro mujeres, analizó su caso unas 50 horas a lo largo de una semana.
Finalmente, concluyó que Holmes era culpable en un cargo de conspiración y en tres de estafa, por haber engañado a los inversores para colocar dinero en su startup, que prometía revolucionar los exámenes de sangre con herramientas más rápidas y económicas que las utilizadas por los laboratorios tradicionales.
El panel, sin embargo, eximió a la ejecutiva de otros cuatro cargos y no consiguió llegar a un acuerdo en relación a tres de las imputaciones que enfrentaba.
Holmes permanecerá en libertad, pero enfrenta la posibilidad de pasar años en la cárcel.
Cada cargo puede acarrear una pena máxima de 20 años tras las rejas y una multa de unos 250.000 dólares. Además, se vería obligada a devolver el dinero a quienes hayan sido estafados por sus promesas incumplidas.
La semana que viene se fijarán las condiciones de su fianza. Aún no fue definida la fecha de la audiencia en la cual se definirá su sentencia.
Auge y caída de una “star” de Silicon Valley
Las promesas de Theranos encumbraron a Holmes, a quien consideraron una visionaria y hasta la compararon con el fundador de Apple, Steve Jobs.
La empresa, decía, estaba llamada a revolucionar la industria de los exámenes de diagnóstico, con máquinas que podrían emitir rápidos resultados con apenas unas gotas de sangre, un proyecto que atrajo a inversores muy importantes y la hizo multimillonaria a los 30 años.
Según la revista Forbes, Holmes llegó a tener en su haber una fortuna estimada de 3600 millones de dólares en 2014. En esa época era la millonaria más joven sin haber heredado una fortuna.
A sus inversores los sedujo con informes que resaltaban las bondades de su emprendimiento.
Los cuadernillos de Theranos incluían los logotipos de las empresas Pfizer y Schering-Plough, y elogios a la tecnología de su empresa para analizar exámenes de sangre.
Theranos atrajo a importantes figuras como el magnate de los medios Rupert Murdoch, el exsecretario de estado Henry Kissinger y el exsecretario de Defensa James Mattis. También recibió dinero del expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton y del multimillonario mexicano Carlos Slim.
Pero este imperio se derrumbó cuando el diario The Wall Street Journal denunció en un informe que sus máquinas no cumplían con la funcionalidad prometida y que la ejecutiva podía haber engañado a inversores y pacientes.
Ninguno de los gigantes farmacéuticos antes mencionados había autorizado el uso de sus logos en el material promocional de Theranos.
El traspié fue la pieza clave en los argumentos de la Fiscalía: Holmes deliberadamente habría intentado aumentar de esa manera la credibilidad de Theranos para ganar respaldo financiero.
Kissinger, Mattis y Murdoch estaban en la lista de testigos del juicio. La defensa eligió convocar solamente a Holmes. Argumentó que ella creyó en Theranos: dijo que trabajó intensamente en el proyecto, pero que falló en el intento.
Holmes también responsabilizó a su exsocio y exnovio Ramesh “Sunny” Balwani, un empresario casi 20 años mayor que ella. Él era su mano derecha en Theranos.
Al borde de las lágrimas, la estadounidense le aseguró al jurado que Balwani la maltrató y la obligó a tener relaciones sexuales, acusaciones que él refutó.
A Balwani le espera otro juicio por su papel en la compañía, cuyos cargos rechaza.
Un video explica la evolución de su proyecto y cómo cayó