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viernes, abril 19, 2024

Heidi no entiende a la Argentina

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Una adolescente suiza viene en 2019 a Rosario por intercambio. Queda en la casa de una profesora universitaria que tiene dos hijas (una de la misma edad que la visitante). La chica queda fascinada con el país que conoce. A medida que aprende la lengua, sabe que no se dice Faklands y que la cumbia suena siempre. No ama los Havanna sino que prefiere los humildes Guaymallen. Tres años después, vuelve y sigue sin entender

El relato pertenece a Andrea Calamari, una respetada docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario que tiene publicaciones y posee una pluma distinguida en varias publicaciones. De hecho, ya ha sido divulgada aquí mismo en PM. Y trata acerca de cómo procesa una mente joven y despierta de una chica del primer mundo los avatares que hay aquí en el tercero. Jessi es cualquier persona que viene del exterior. Y sabe que aquí la mayoría es familiera, le gusta el mate y escucha cumbia (bueno, no todos, por suerte). Por eso, en esta presentación se usará el sobrenombre “Heidi” para representar a alguien que es de Suiza, como la pequeña huérfana cuya historia escribiera Joana Spiry pero se hiciera inmensamente popular en los 90 con un dibujo animado japonés al estilo animé.

Porque Heidi pasa por muchos cambios.

Desde tener que cambiar sus dólares hasta pagar sus impuestos desde los 18 años, como cualquier suizo que vive allá. Desde tener que prepararse para entrar a la universidad en Zürich con un estudio diario de ocho horas hasta no entender por qué la meritocracia es mala palabra. Desde gustar de un simple alfajor Guaymallén hasta sorprenderse porque un equipo de mate se puede pagar en varias cuotas con tarjeta.

Por eso, la historia de Jessi merecía este lugar.

Ella es una adolescente suiza que viene por intercambio a la Argentina en 2019. Queda seis meses.

Y aprende mucho sobre las costumbres argentinas.

Sabe que no deberá decir “Falklands” porque las Malvinas son sagradas. Sabe que aquí se ama el mate (aprenderá a tomarlo), el asado y las milanesas con puré, así como las empanadas fritas. ¿Quién en su cordura podrá rechazar semejantes exquisiteces? Nadie. Ni Heidi.

Todo eso irá incorporando en sus vivencias.

Pero el relato tendrá una vuelta de rosca. Jessi quiere volver a la Argentina y (en ese momento) se desata la pandemia.

Allí, todos sus planes se postergan pero no ceja en su intento.

Pasa la pandemia y vuelve a visitar a sus amigas de Rosario. Andrea y sus hijas la reciben.

Uno de los detalles que más llama la atención de la forma en que viven en Suiza y acá naturalmente pasa por el tema de la inflación.

Jessi no entiende. Cuando quiere cambiar sus francos suizos, ve que le descuentan mucho de impuestos. Entonces, sus anfitrionas acceden a cambiarle dólares que también trajo.

En 2019, primero se lo cambiaban a 32 pesos. Ella, chocha porque evitaba trámites. Poco antes de irse, ya le dan 45 pesos por cada dólar. Y no entiende nada.

Ahora, cuando vuelve en febrero de 2022, vuelve a hacer la operatoria. Las chicas de Rosario le dan 210 pesos por cada dólar.

Ahí sí, ella pega el grito en el cielo y dice que no quiere estafar a nadie.

La autora intenta explicarle qué es la inflación y que no la están timando.

Ella no lo comprende. Y caminan -rumbos a las playas atlánticas- por la clásica Florida de Buenos Aires.

-Quiénes son esos que dicen ‘cambio, cambio, change, troco’? -pregunta azorada.

Y otra vez… a tratar de explicarle.

En Rosario, acompañó a Andrea Calamari a la Facultad. Justo había elecciones. “Le pareció una gran idea el cogobierno universitario, que los estudiantes tengan capacidad de decisión. Siguió preguntando cómo funciona todo. ¿Cómo que entran todos a cualquier carrera, el país no tiene estudios prioritarios, no hay un plan, por qué hay tanta deserción? Son muchas preguntas. Me doy cuenta que se me deshacían las respuestas que tenía internalizadas después de tantos años en la universidad argentina: pública, gratuita, irrestricta. No pudo entender lo del ingreso: “Si el peor estudiante del secundario quiere entrar a Medicina ¿puede hacerlo?”.

Queda claro que lo que se naturaliza tan fácilmente aquí, desde afuera aunque fuere una mente joven de 19 años no es tan “natural”, ¿verdad?

Viene a la Argentina y sigue estudiando para el ingreso en Medicina. No tanto. Sólo dos horas diarias. Estaba en el mejor lugar del secundario y por ello PUEDE aspirar a rendir el ingreso a Medicina. Eran 8 mil candidatos. Sólo entran 1000. Ella quedó en el puesto 1015. “Hay buenos estudiantes”, admite.

Quizá lo mejor está para el final.

Nuestra Heidi está de vacaciones pero estudia para rendir de vuelta su ingreso a Medicina en Zürich. “En julio va a volver a intentarlo, por eso se trajo los libros de Medicina a sus vacaciones y estudia dos horas por día después de su rutina deportiva de las 6 de la mañana”, relata Calamari.

Y queda para el final su propia historia (la de la madre) y cómo van sus hijas. Hay que recordar que una de ellas tiene la misma edad que la visitante.

“Mis hijas también están de vacaciones, se levantan a las 12 y no pueden entenderla. Mi hija mayor tiene la misma edad de Jessi. Terminó la secundaria en 2020, sin clases. “Empezó” la facultad y abandonó después de cuatro meses de zooms sin sentido. No tiene idea de qué hacer de su vida, no tiene proyectos ni planes, sólo fantasea con viajar a Italia para conseguir la ciudadanía”

Para leer la nota completa de “Es otra cultura no lo entenderías” de Andrea Calamari, ver el siguiente link

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2 COMENTARIOS

  1. Que lindo mensaje y triste nuestra historia, para pensar que hicieron y debemos hacer algo al respecto..reaccionar es participar e involucrarnos.
    Hermosa historia de la de Hady .,me falta el link para leer mas.
    Gracias por esta historia.

  2. El link está al final. Abajo. Donde hay una imagen y dice Se.ul y se ve una imagen de Aliciaven el país de las maravillas de Disney

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