Nació en Chicago, una de las ciudades más imponentes de Estados Unidos. Con padre de origen franco-italiano vivió su infancia junto a sus dos hermanos mientras amaba los deportes locales (el béisbol y el tenis). Pero cuando fue cura entró a jugar la influencia de su madre de nombre Mildred y de origen española/latina. Y así fue como viajó al sur. Este es el recorrido en fotos de la vida del nuevo Papa

Sus nombres son Robert y Francis. Y sus apellidos Prevost y Martínez. Su impronta familiar ha estado marcada por la fe, la diversidad cultural y el calor familiar. Su identidad, forjada entre tradiciones europeas y latinas, se gestó en un hogar donde la espiritualidad era tan natural como el afecto cotidiano.
Las crónicas señalan: “Desde pequeño, Robert se mostró particularmente sensible al servicio comunitario, un rasgo que sería determinante en su futuro como misionero, obispo y ahora Sumo Pontífice”.
Pero lo cierto es que vivió una infancia absolutamente común y ordinaria.

Definitivamente Mildred influyó en su vocación. La figura de su madre, profundamente devota, tuvo un rol central en ese entorno formativo que, con el tiempo, lo impulsó a descubrir su vocación religiosa.
Ella lo apoyó siempre. Una de las imágenes que se destacan es Robert como un jovencísimo sacerdote y su madre arrodillada frente a él.

Esa infancia en Chicago junto a su pasión por el béisbol y el tenis se transformó en adolescencia y juventud.

El secundario lo hizo en un internado algo muy típico en aquellos años. En Misiones mismo, las chicas de la provincia podían aspirar (si el ingreso de los padres alcanzaba) para un internado en el Santa María de Posadas o en el Colegio Mariano de Oberá (entre otros, ya que los había también con orientación agropecuaria pero en su mayoría era solo para varones). En el caso de Robert asistió a Saint Augustine Seminary High School, un internado en Holland, Michigan, similar a lo que sería en Misiones, el Roque González con internado en Fátima.

Y como también le gusta el tenis, algunos ya aprovecharon la movida para tratar de vender algo.

Pero claro, era de la orden de los Agustinos y algo habrá tenido que ver su madre Mildred se graduó en en 1947, cuando tenía 34 años, en Bibliotecología en la Universidad DePaul, una institución privada católica de investigación ubicada en Chicago, la ciudad natal de Su Santidad. Después, realizó una maestría en Educación que le permitió trabajar en el Mendel College Prep High School.

Toda la familia respiraba religión: su marido, Louis Marius Prevost, padre de León XIV, era catequista; y dos de sus hermanas se hicieron monjas. Millie la llamaban y cantaba en el coro y participaba activamente en la Sociedad del Altar y Rosario, una organización dentro de la iglesia católica que se dedica al cuidado y embellecimiento del altar, la iglesia y la liturgia.

Mildred provenía de una familia católica y además de sus padres tenía tres hermanas más.

Una vez iniciada su tarea en el clero le llegó la orden de viajar y a él le llegó el turno de conocer la otra mitad del continente: le tocó ir al Perú.

Cuando fue sacerdote y se convirtió en misionero en Perú sus padres fueron a verlo. “Lo visitaban en las misiones en Perú. Y estaban muy impresionados de lo que hacía ahí”, le contó John a NBC Chicago. Perú marcó a Robert Francis.
Sí, Robert dejó un poco los corn flakes (o copos de maíz) y empezó a degustar los chifles.

El chifle es un snack que se hace con bananas. Se las filetea y se les da un toque de fritura. En vez de papa frita, chifles.

En su primer discurso como papa, incluso dedicó unas palabras en español para el pueblo peruano: “Un saludo en particular a mi querida Diócesis de Chiclayo, en el Perú”.
Y también dejó (un poco) el béisbol y tuvo que aceptar al fútbol como la pasión local.

Robert Prevost recorrió todo el Perú aunque su tarea pastoral estuvo muy centrada en el norte. Allí en Chiclayo se lo pudo ver andando.
Y hay testimonios de un cura en botas en medio del agua.

El padre Robert era de los que no esquivaba nada y era capaz de meterse al agua como todos los demás… ¿O no?

Como en una novela de Mario Vargas Llosa, el norte peruano pasó a tener una ubicación en el mundo. Ya que en su primer saludo “urbi et orbe” (‘a todos acá y en el mundo’) el flamante pontífice no dejó de recordar al lugar donde pasó décadas.

Sí, le gustan mucho el arroz con cabrito y el cebiche. Y más tarde se agrega el arroz con pato.

Fueron once años: entre 1988 y 1999. Hasta que su figura empezaba a crecer y Juan pablo II lo convoca a Roma

En el medio, Prevost se hacía tiempo para darse una escapada a Buenos Aires donde Jorge Bergoglio tenía una silenciosa porfía con los dueños del poder en ese entonces. La casa de gobierno quedaba a 60 metros de la Catedral porteña y Bergoglio tenía fundadas sospechas de que los funcionarios K le interceptaban las comunicaciones y escuchaban todo lo que hablaba.

Años después el mismo Bergoglio cuando ya era Papa Francisco lo convocó para nuevas tareas. Desde 2014 Prevost había vuelto al Perú y se había nacionalizado en ese país. Ya estaba cada vez más alto en la jerarquía y tuvo que luchar en ese país contra los abusos ocultos en su iglesia

Claro que tenía el apoyo del papa Benedicto también.

En 2023 (con una suma de dos décadas en esa tierra) Prevost deja Perú porque Francisco lo quería en Roma. Ese mismo año, será nombrado cardenal.

Nunca se olvidó de su Chiclayo y su Perú.

Pero claro, los caminos de Dios no son los del ser humano.
Y Robert Prevost, el padre Robert estaba por dejar de serlo.
Su amigo Francisco ya se había ido.

Un nuevo tiempo se había iniciado.