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jueves, abril 18, 2024

Homenaje al padre Mugica, el cura de la gente

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Tenía 43 años cuando un asesino le disparó 14 tiros. Murió varias horas después. Y, en medio de los merecidos homenajes de hoy y de ayer, resuena su voz: “dejen las armas; cámbienlas por arados”. No le hicieron caso. Y lo mataron, claro está, como a muchos profetas

En la segunda sesión de la Cámara de Representantes de Misiones de 2021, la diputada Adriana Bezus realizó un sentido homenaje a Carlos Mugica, el cura de las villas en Buenos Aires. Mugica fue muerto a balazos en 1974, y aunque su crimen nunca fue reivindicado, se supone con bastante certeza que solo dos grupos pudieron ser responsables: Montoneros o Triple A.

El homenaje de Bezus es el siguiente

En 2013, hubo otro homenaje de recordatorio por parte de la diputada Marta Ferreyra, cuando integraba el Parlamento misionero.

Hay que recordar que Ferreyra, hoy vinculada a la actividad de los colonos y las ferias francas en la provincia, antes fue religiosa. Y de allí viene su conocimiento sobre la historia de Mugica.

Estos fueron sus principales conceptos.

Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe nació en Buenos Aires, el 7 de octubre de 1930. Fue el tercero de los siete hijos del matrimonio formado por Adolfo Mugica (ex-diputado conservador del período 1938-42, y ex-ministro de Relaciones exteriores del presidente Arturo Frondizi en 1961) y Carmen Echagüe, hija de terratenientes adinerados de Buenos Aires. Como él mismo afirmaba, en su niñez y adolescencia, el mundo de los pobres le era totalmente desconocido.

En 1949 comenzó los estudios de derecho, cursó dos años en la Universidad de Buenos Aires, donde conoció y entabló relaciones con Roberto Guevara, hermano del Che.

En 1950, con motivo del Año Santo, viajó con varios sacerdotes, y con su amigo Alejandro Mayol a Europa, y allí maduró su idea de entrar en el seminario, lo que haría a los 21 años, en marzo de 1952.

En el seminario no se destacó por su rebeldía sino por su afección a la oración, y a su meticulosidad por buscar “lo perfecto”, con una “religiosidad individualista”, fiel al slogan: “salva tu alma”.

El compromiso con los pobres comenzó a acentuarse y emprendió su integración a grupos misioneros en diferentes puntos del interior del país.

Tras ocho años de estudios, fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1959. De regreso a Buenos Aires -entre 1960 y 1963- trabajó al servicio del cardenal Antonio Caggiano. También viajó a España gracias a los oficios de su padre, donde visitó al general Perón, y se hospedó en la calle Montesquinza, casa de los padres del sacerdote español Antonio Echave. Así también en París, Mugica conoció por carta la existencia del nacimiento- del MSTM (Movimiento. de Sacerdotes del Tercer Mundo), y envió su adhesión incondicional.

Otras épocas. El pico, la pala … y la pistola. Después Mugica dijo: Dejen las armas.

Su participación cada vez más activa en el MSTM lo llevó a agudizar el enfrentamiento con el Arzobispo coadjutor Juan Carlos Aramburu quien prohibió a todos los sacerdotes de la Arquidiócesis manifestarse públicamente en cuestiones políticas (prohibición que no parecía concernirle a él mismo), y que causó profunda reacción en varios grupos sacerdotales como el de Tucumán, aunque el grupo MSTM Capital obedeció esta orden. Su lugar de trabajo en la Villa ‘Comunicaciones’ se vistió de fiesta cuando el 27 de diciembre de 1970, en una ceremonia presidida por Mons. Aramburu, se inaugura la Capilla de Cristo Obrero. El P. Carlos, sin embargo, solía dormir por las noches en su domicilio en la calle Gelly y Obes, en un cuartito en el último piso. Mugica redobló sus trabajos en favor de los villeros, y redujo sus apariciones en los medios. Asimismo, reforzó su vida interior yendo con frecuencia al monasterio benedictino de la localidad de Los Toldos, en la provincia de Buenos Aires. El viernes 2 de julio de 1971, una bomba estalló en la casa de Gelly y Obes 2230, pero aunque la bomba afectó edificios y automóviles nadie resultó herido.

Fue en este momento que en un reportaje el P. Carlos pronunció su clásica frase: “Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición”. Es así que, con su gran capacidad de trabajo, celebraba misa los sábados en la iglesia de San Francisco Solano, de la que era párroco su amigo el padre Vernazza, y en la que luego Carlos sería asesinado.

En 1974, terminó de escribir el texto de la «Misa para el Tercer Mundo», cuyo disco, grabado y editado por la RCA, con la colaboración del «Grupo Vocal Argentino» que compuso una bella música, con ritmos argentinos, asiáticos y africanos, fue destruido por orden del ministro Rocamora.

Las amenazas de muerte empezaron a multiplicarse. El 11 de mayo de 1974, cuando Mugica se disponía a subirse a su coche estacionado junto a la iglesia de San Francisco Solano donde había celebrado misa, fue tiroteado por un individuo.

Moribundo, alcanzó a exclamar a una enfermera: “¡Ahora más que nunca tenemos que estar junto al pueblo!” Al morir, Mugica, se convirtió en el símbolo de una generación, y en el primer mártir del MSTM; como una imagen transparente, una suerte de provocador de conciencias, que en nombre del evangelio no dudaba en enfrentar a los poderosos desde la perspectiva de los pobres.

Pero ¿quién o quiénes fue(ron)?

Días pasados, la ex ministra de Seguridad y también participante de las luchas guerrilleras de los años 70, Patricia Bullrich, dijo que Mugica había sido muerto por Montoneros. Pese a que el matador habría sido un hombre cercano al entonces todopoderoso ministro de Bienestar Social José López Rega y por ende, de la fuerza paralela estatal la Triple A.

Patricia Bullrich integró la Juventud Peronista en los años 70 y conoció la historia de cerca.

El escritor Ceferino Reato se refirió a esto.

Yo siempre he puesto en duda que haya sido la Triple A, como dictaminó en su momento la Justicia Federal en base a un testimonio muy cuestionado de uno de los acompañantes del Padre Mugica, que cambió varias veces su declaración. Había voces que siempre le adjudicaron el crimen a Montoneros, por ejemplo Antonio Cafiero. Él me lo dijo personalmente. Cuando estaba haciendo sus memorias me mandó algunos trechos que tengo guardados. Después en la versión definitiva la atribución a Montoneros está un poco más omitida, porque intervinieron algunos parientes en la edición. Él estaba convencido porque el propio Mugica le había dicho que lo iban a matar. También hay artículos de Jacobo Timerman escritos en La Opinión. Cuenta un encuentro con Mugica, el cura estaba convencido que Montoneros lo tenía en la mira”.

Y sabía que ellos eran un poco su creación. “Dijo Mugica: “Yo debería estar en Montoneros, porque me siento responsable del camino que tomaron estos chicos, ¿te das cuenta? Yo los formé en aquellas excursiones de scoutismo católico, yo los llevé a la villa de Retiro, para que vean de cerca cómo vivían sus hermanos…”, relata Bonasso en su libro Diario de un clandestino

La frase que lo cambió todo

Fue un personaje extraordinario, según Reato. “Al principio empezó avalando la violencia de abajo, porque la justificaba la violencia de arriba. Pero cuando Perón volvió al país, él tuvo pronunciamientos muy valientes. Les dijo a los Montoneros: “Hasta acá los acompañé; ahora empuñar las armas no tiene ningún sentido, yo prefiero que me maten a matar”.

Mugica y otros sacerdotes se separan de Montoneros después del asesinato de José Rucci. 

Entre ellos el padre Jorge Galli, que pronunció una frase histórica: “Cómo le van a discutir a Perón qué es el peronismo, ustedes están cayendo en la soberbia armada”.

Algunos memoriosos recuerdan que Mugica dijo a Montoneros: ”Ahora dejen las armas, hay que transformarlas en arados”, tal como dice la Biblia.

Ya se sabe lo que pasó: Montoneros no dejó las armas ni la lucha armada y Mugica pagó con su vida la osadía de decirlo.

Como muchos profetas bíblicos.

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