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viernes, abril 19, 2024

Dijo ser un asesino, fue a la cárcel y luego se descubrió que nunca mató a nadie

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Lo condenaron por ocho asesinatos y él se atribuyó 30 más. Gracias a la investigación de un periodista observador y detallista, descubrieron que era inocente. Más bien, se trataba de un mitómano que confesaba crímenes atroces para obtener drogas que le daban en la clínica de rehabilitación

Thomas Quick
Thomas Quick fue juzgado y condenado entre 1991 y 2003 por ocho de los 39 escalofriantes asesinatos que había confesado. (Fotos: BBC Mundo)

Quick en sueco quiere decir rápido. Y este hombre era veloz para inventar historias. Amaba eso porque no podía asumir su homosexualidad. Y había caído en la dependencia de las drogas. Cuando al fin pudo ir a una clínica para que lo trataran de sus adicciones y lo rehabilitaran le dieron otras drogas. Y el comportamiento ya lo tenía. Su deseo era seguir consumiendo. Y entonces, rápido como su apellido, decidió que si tenía historias para contar (sobre asesinatos) los terapeutas le iban a seguir dando su nueva “golosina”. Y así fue. El hombre era paciente ambulatorio, salía de la clínica de rehabilitación, iba a las bibliotecas, accedía a las secciones policiales con los casos más escabrosos (y los escandinavos se hicieron famosos por eso, pese a su estado de bienestar) y que no habían sido resueltos.

Entonces, Quick (que era veloz) venía y contaba todo: “¿Recuerdan la nenita esa que desapareció en el lago? Bueno, yo la maté. A martillazos… ah, a propósito… ¿Tienen mi golosina?” Lo que el hombre no previó era que los terapeutas no guardaron el secreto profesional sino que decidieron contar a la policía. Y esta a la Justicias. Todos estaban chochos.

Se habían resuelto todos los casos.

Ahí estaba Quick con rápidos problemas. Porque una cosa es ser mitómano y otra ser asesino.

Pero a los otros no les interesó. Y se tuvo que “comer” muchos años de cárcel.

El contexto

Su gran capacidad de inventar. La ansiosa búsqueda de resultados positivos de los psicoanalistas. La presión mediática. La desesperación de la policía por atrapar a los criminales y la de los jueces por cerrar los casos. Todos estos factores hicieron a la historia de Thomas Quick, un sueco que confesó haber cometido 39 asesinatos de hombres, mujeres y niños, que incluían violaciones, mutilaciones y hasta canibalismo; todo eso a cambio de las drogas que le daban para que ¡deje las drogas! Y el trasfondo era como esas típicas novelas escandinavas, negras como la noche ártica, con seres oscuros cargados de demonios. Sólo que esta vez, era todo inventado.

La historia tuvo lugar a fines de la década del ‘90 en Suecia, cuando la psicoterapia estaba en uno de sus mejores momentos y la sociedad estaba fascinada por el personaje de la película “El silencio de los corderos”, Hannibal Lecter.

Thomas Quick cambió su identidad y vive en un lugar secreto, nadie sabe dónde está.

En una entrevista con la BBC Mundo, la colaboradora del periodista que ayudó a revelar la verdad sobre el caso de Thomas Quick, Jenny Küttim, contó cómo se fueron dando los hechos.

Thomas Quick era el típico perdedor y fracasado de la familia, consumía drogas y era homosexual reprimido, porque había crecido en un entorno cristiano que criminalizaba la homosexualidad. Por este motivo es que no aceptaba ser gay y había desarrollado una gran capacidad para mentir o inventar.

En 1991, lo encarcelaron por tratar de robar un banco vestido de Papá Noel. Quería el dinero para comprar drogas. En ese momento se quedó sólo, sus amigos lo dejaron porque hundió a su mejor amigo al dar su testimonio y también lo arrestaron.

Esa soledad fue el motivo por el que decidió entrar voluntariamente a la clínica psiquiátrica de alta seguridad Säter, en Suecia, para lograr encontrarse a sí mismo y aceptar su homosexualidad. En ese entonces tenía 40 años. Quick nunca hubiera sospechado el giro que tomaría su vida después de esto.

El “Hannibal Lecter” sueco: el criminal que confesó 39 asesinatos, fue  condenado por la Justicia y jamás mató a nadie - Infobae
Quick fue conocido como el “Hannibal Lester” sueco.

En Säter, un grupo de psiquiatras y psicoterapeutas estaban ansiosos por entender cómo funcionaba la mente de un criminal. Para ello usaron una terapia basada en las primeras enseñanzas de Sigmund Freud que, como recordarán, estudiaba la histeria en las mujeres. 

La teoría de Freud exponía que los recuerdos o memorias reprimidas eran la causa de dicha enfermedad nerviosa. Es así que, basados en ella, los psicoanalistas intentaban sacar las “memorias reprimidas” de los pacientes, entre ellos Quick, quien no tenía nada increíble para descubrir.

Sin embargo, como en la prisión psiquiátrica les daban benzodiazepinas (una droga que ayuda a los drogadictos a calmarse) y Quick era adicto, empezó a inventar para que no le quitaran el tratamiento terapéutico, aunque nunca pensó que esto lo llevaría a ser el asesino más famoso de Europa de aquella época.

Hannes Råstam, de espaldas en la foto, con Thomas Quick

Resulta ser que, además de buen mitómano, era gran lector y estaba al tanto de los mayores crímenes de asesinato de Suecia, y sabía cuáles no habían sido resueltos, así que se los atribuyó.

Esto cegó a los terapeutas, quienes estaban seguros de que tenían resultados positivos de su investigación. Sumado a esto, querían ayudarlo a “recordar” más crímenes, por lo que le daban acceso a libros de asesinos en serie  e incluso podía ir hasta las bibliotecas públicas, donde aprovechaba para leer los diarios.

Las mentiras siguieron, aunque Quick sólo lo hacía para obtener las drogas. Sin embargo, los psicoanalistas se convencieron de que era verdad todo lo que decía y decidieron romper con el código de ética profesional. Advirtieron a la policía y revelaron todos los secretos de su paciente.

Los agentes de seguridad decidieron guiar la investigación de los casos a partir de los supuestos testimonios de Quick. También estaban convencidos de que él había cometido todos esos crímenes que confesaba. En realidad, no había pruebas contundentes que comprobaran los hechos.

En las investigaciones nunca encontraron pruebas de los supuestos asesinatos de Quick, sin embargo, lo condenaron por ocho crímenes.

No obstante, seis tribunales suecos distintos condenaron a Quick por ocho de los crímenes que había confesado.

De todos ellos sólamente encontraron pruebas en uno de los casos que, con los años, se demostró que era falsa.

Con el tiempo, las condenas de Quick habían caído una por una. Esto se debió a que un periodista de investigación llamado Hannes Råstam comenzó a investigar porque para él había cosas que no encajaban. 

Hannes Råstam junto a Thomas Quick
Hannes Råstam junto a Thomas Quick. Råstam era un periodista obsesivo con los detalles, en cuanto veía algo que no encajaba, no paraba hasta entender lo que ocurría.

En dicha investigación, Råstam consiguió que Quick dijera la verdad y fue así que volvieron a revisar los casos. En julio de 2013, el famoso asesino quedó libre. Sin embargo, todos esos casos de asesinato que se “cerraron”, quedaron sin culpable; ya era muy tarde para buscar a los verdaderos criminales, porque habían pasado muchos años. 

El caso de Thomas Quick fue el peor desastre de la justicia sueca, que dejó en evidencia las fallas del sistema.

Además, ninguno de los terapeutas, psicoanalistas, jueces o policías, fueron juzgados por semejante equivocación ni por el daño hacia Quick. Aunque, a pesar de ser víctima de cierta forma, también se le atribuye responsabilidad.

Básicamente, él mismo se condenó.

Ahora, con más de 70 años de edad, Thomas intenta dejar atrás todo este suceso y seguir con su vida. Vive en un lugar secreto, cambió de identidad y no quiere comunicarse con nadie, no quiere que se sepa dónde está. 

En 2019 se estrenó en Noruega y Suecia una película basada en su historia: “Quick”, dirigida por Mikael Håfström. También lleva el nombre de “El acusado perfecto”, y se puede encontrar en algunas páginas web de películas.

Poster de la película Quick

La entrevista completa en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-49717230

Nota Daniela Paniagua

Edición: Mario Pernigotti

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