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miércoles, mayo 1, 2024

El Rubén Ayala Ferreira que yo conocí

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Llegó casi de casualidad a Posadas. Pero una vez que se escapó de las cárceles espantosas de Stroessner se instaló acá y no se fue más. Una vida dedicada con pasión al periodismo en todas sus formas

Fines de los años 50 y la sangre joven de Rubén Ayala Ferreira bulle, ruge por un Paraguay distinto sin dictaduras. Es un joven que terminó el secundario y sabe que en su país no habrá nada que hacer: sólo adherir al régimen stronista para conseguir algún conchabo o marchar al extranjero y desde ahí luchar para acabar con esa tiranía.

Elige esa segunda opción.

Se instala en Buenos Aires y conoce a otros exiliados que -como él- sueñan con un Paraguay diferente. Sin tiranías.

Y Alfredo Stroessner es un dictador de los bravos. Hasta el más famoso escritor guaraní Augusto Roa Barros le dedicará su obra cumbre: “Yo, el supremo”.

Pero en enero de 1959 ocurre un hecho singular. Unos barbudos encabezados por un abogado cubano y un médico argentino que se subieron a una lancha llamada Gramma y entraron en la isla comenzaron a realizar la clásica maniobra guerra de guerrillas. Y los resultados son asombrosos. La dictadura del mandamás Fulgencio Batista cae y Estados Unidos nunca más tendrá su sala de juegos y diversión en el patio trasero que era la isla de Cuba. Algunos años después irán por Las Vegas en el medio del desierto de Nevada.

Los frustrados guerrilleros durante su estancia en Posadas

Pero Rubén Ayala Ferreira y su grupo de amigos libertarios pensaron que ese era el modelo a seguir. Ahí estaba la solución y que todo iba a ser así de sencillo: se animaron a venir hasta Posadas y desde aquí tras algunas maniobras de prácticas militares intentar cruzar el río (así como Fidel Castro cruzó desde Miami) y encender la llama de la liberación del Paraguay. Posadas estaba llena de buchones y todos sabían lo que iban a intentar. Cuando apenas se subieron a las lanchas, ya supieron que iban de perdedores: los estaban esperando.

Algo (o todo) salió mal. La mayoría murió y los que sobrevivieron la pasaron realmente de terror.

Eduardo Torres en su libro El hombre que le sonrió a la muerte homenajea a estos paraguayos corajudos (junto, cuándo no, a algunos argentinos) que se animaron a tratar de derrocar a Stroessner.

El jovencito Rubén fue llevado a la temible cárcel de Tacumbú luego de las torturas de rigor (sufrió hasta el día de su muerte los efectos de golpes que le dieron en la planta de sus pies) posteriormente acarreado junto a otros compañeros a una prisión en el extremo nordeste del país en la frontera con Brasil. De allí escaparon, él y un pequeño grupo.

Corrieron todo tipo de riesgos pero sobrevivieron. Y llegaron a Foz y luego pasaron a Puerto Iguazú y después a Posadas.

Y sí, sus prácticas habían sido acá. Y le gustó. Y ya no se fue más.

La reconstrucción de su aventura en el intento de tumbar a Stroessner y su escape desde la cárcel fueron reconstruidas en una serie de notas que Rubén concedió a este medio.

El afecto mutuo que había de por medio facilitó la cosas.

La serie de cinco notas publicadas en PM para reconstruir la aventura de Ayala Ferreira

Así empezó su aventura en la vieja LT4 de Carlos Madelaire un compañero de prisión en Paraguay.

Sus primeras armas en la redacción de LT4

Y paso a paso fue creciendo. Llegaron las transmsiones en vivo. seguir a Guaraní y Mitre en los torneos regionales y también los Nacionales de la AFA. Todo lo hacía con pasión. Pero resumir su vida al periodismo deportivo es menoscabar la formación de un hombre que conocía el oficio al derecho y al revés.

Transmitiendo fútbol con el famoso Carlos “el gordo” Lucero

Trabajando con un periodista de fuste

Conocí a Rubén en los años 90 en la redaccion de El Territorio. A mediados de los 90, era secretario de redacción y realmente lo hacía muy bien. Es decir, que manejaba grandes grupos de trabajo de quince o 20 periodistas, además de los planteles de fotógrafos, los diseñadores y maquetadores, choferes, coordinadores, la gente de gráfica (rotativas) además coordinar con los encargados de sección y con el jefe de redacción así como de tener que recibir las indicaciones de los directivos. Y todo lo hacía bien.

Expresión atenta y mirada inteligente. Así recuerdo a Rubén Ayala en El Territorio

Era un verdadero placer trabajar con alguien que conocía tanto del oficio. Todas las observaciones y consejos eran con tino. Sabía dar en el clavo y solo corregir cuando fuera imprescindible. Confiaba en su gente y la gente confiaba en él.

Quizá uno de los momentos más emotivos desde su amor por el fútbol fue en 1995. Además de ser hincha de Olimpia, en Argentina hacía fuerza por San Lorenzo.

Ese año, el Bambino Veira dirigía el equipo de los Santos de Boedo. Y tenían una dura porfía por la punta con el Gimnasia y Esgrima de Timoteo Griguol. Los platenses venían todo el torneo arriba y llegaron a la última fecha con una buena ventaja. Si empataban ya eran campeones.

O sea, que San Lorenzo debía viajar a Rosario y ganar. Y además esperar que Gimnasia pierda. Aunque parezca poco menos que imposible que ambas cosas ocurrieran, eso fue lo que pasó. El Lobo de La Plata defeccionó ante Independiente y el sufrido San Lorenzo ganó. Y Rubén era el tipo más feliz del mundo. Porque una cosa es ser de River (como yo) o de Boca. Salís campeón cada poco tiempo. Pero el Cuervo hacía 21 años que no campeonaba. Aún recuerdo cómo Rubén vivió las transmisiones de ambos partidos y cómo festejó el título. La felicidad de este hombre, por favor. Y creo que era el único en la redacción.

Aunque se había iniciado en radio con las famosas transmisiones deportivas de LT4, lo suyo fue una evolución constante. Y lo que no sabía, lo aprendía.

Ese era Rubén. Siempre romántico y enamoradizo. Fachero y una muy buena voz para la radiofonía.

Así estuvo hasta el final en radio. En LT4 estos días de 2023, si usted ponía la sintonía en 104.5, se podían oír las grabaciones encontradas por Rubén de otras épocas y que constituyen un maravilloso mensaje de memoria. Además, los comentarios mostraban un sutil estilo de humor que nunca agredía y hacía más agradable la escucha.

Con una cadencia especial, siempre defendiendo lo misionero y lo regional. Y una memoria impecable. Que más de una vez le salvó la vida como cuando iban huyendo de Stroessner en una lancha brasileña, oyó que hablaban de la famosa delantera del Santos de Pelé. Y ahi mismo, Rubén recordó todo.

-Usted ¿de qué club de Brasil es Sargento ayudante Milcíades Ferreira? le pregunto

-De Santos. Pero ¿qué sabe usted? ¿Conoce la delantera? Naaahh, lo quiso correr el brasileño.

“Y yo le enumero: Dorval, Mengavio, Coutinho, Pelé y Pepe. Eran cinco delanteros antes. Lo sorprendí”.

Para el periodismo, la memoria es como el pulso para los cirujanos. Siempre hay que tenerlos a mano.

Amando hasta el final a su Paraguay querido.

Solo resta decir: hasta siempre, campeón.

Podemos decir muchas cosas de vos, pero por sobre todo, que fuiste una gran persona. Y eso no se pierde ni se olvida.

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