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martes, abril 30, 2024

¿Privatizar Yacyretá? Una locura sin sentido

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Mientras se terminan de montar las turbinas del brazo Aña Cuá, trascendió que la principal represa de Argentina (en sociedad con Paraguay) puede entrar en la categoría de “joyas de la abuela” y que el nuevo gobierno nacional trataría de juntar algunos dólares con su venta. Si ocurre, será un error histórico imperdonable

En la sede de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). se festejaron los primeros 50 años de la firma del tratado que dio origen a la realización de la principal represa hidroeléctrica del país. Dentro de la impresionante sala de máquinas con las turbinas generando electricidad, aparecen los funcionarios que posan al lado de un número 50 donde el 0 es el clásico logo de la EBY.

Fue en diciembre de 1973 cuando los gobiernos de Argentina y Paraguay decidieron llevar adelante la construcción del gigante sobre el río Paraná. Gobernaban Juan Perón de este lado y Alfredo Stroessner en Paraguay. Ambos líderes se habían visto en mayo de ese año sobre el río Paraná y el fresco del lugar enfermó seriamente al mandatario argentino. Perón había cambiado el cálido y seco clima de Madrid por el húmedo y frío de Buenos Aires. Y le estaba haciendo peor de lo que se pensaba. La angina de pecho presagiaba lo peor. Su corazón aguantaría medio año más, apenas.

Pero el acuerdo se echó a rodar.

Se creó la EBY.

Nota en Plan B firmada por Martín Boerr.

“Ma, è’ finita”

Cuando en 1976, llega la dictadura, el gobierno militar decidió impulsar la obra. Hubo licitaciones abiertas y rechazos judiciales varios.

Famosa por esos años, la obra de un lobbysta profesional llamado Helvio Botana (trabajaba para una de las dos empresas interesadas) publicada como El caldero de Yacyretá.

Quedaban dos competidoras internacionales muy poderosas. Las dos querían la obra: la italiana Impregilo y la francesa Dumez. Como el elemento judicial atascaba el proceso de la obra en sí, se les sugirió que se unieran. Y así surgió ERIDAY (Empresas Reunidas Impregilo y Dumez Asociadas a Yacyretá).

A pesar de que algunos (poco) memoriosos pretenden que la obra no avanzó y que recién en 1983 con el retorno de la democracia tuvo progresos, este hecho no se corresponde con la realidad. La obra civil tuvo un empuje fuerte y de gran porte durante el gobierno militar.

Las famosas chicanas con que el menemismo salió luego al repetir algunas consignas (“el monumento a la corrupción”) no afectaron la obra en sí.

Las que sí tuvieron algunos retrasos fueron las obras complementarias: en Posadas y Encarnación, a 90 kilómetros aguas arriba, el avance era mucho más lento que el desarrollado en Ituzaingó y Ayolas. Solo en la capital misionera la afectación de casi el 20 por ciento de su superficie urbana junto con unas 20 mil personas afectadas daban un perfil de que iba a ser la relocalización urbana más grande del mundo por la construcción de una represa.

Para 1983, la obra civil ya estaba arriba del 90 por ciento de su ejecución. Impresionado por las versiones del “monumento de la corrupción” y de que no se avanzaba en la obra civil, un ingeniero italiano de Impregilo se acercó a Ituzaingó. Pidió un baqueano en auto y fueron a ver la represa.

Asombrado, apenas se apeó del vehículo y vio ese monumento de cemento que cortaba el río, solo terminó expresando:

-Ma, è’ finita…

(Pero, está terminada!)

Y el baqueano correntino que lo acompañaba, agregó:

-Sí, es finita y larga…

(Fin de la anécdota).

En Posadas, las obras (así llamadas) Complementarias sí tenían retraso. Llegaron con el reasentamiento e indemnización de cientos y cientos de familias una década más tarde pero fue un proceso lento con mucho trabajo social y de investigación por parte de los profesionales de las áreas sociales que en gran parte tuvo a su cargo el jerarquizado jefe del Plan de Relocalizaciones y Acción Social (PRAS) el doctor Leopoldo Bartolomé.

Aparecieron los barrios de reasentamiento con todas las obras y servicios (calles empedradas, luz, agua, cloacas). Primero el Área 1 (o barrio Yohasá). Luego, los barrios 3.1 y 3.2 de Villa Lanús. Y a los que no querían ir a esos lugares, se les daban generosas indemnizaciones para ir a donde quisieran. Naturalmente, al trabajo social de acompañamiento a las familias, existía el área Jurídica de la EBY que debía entregar “limpios” los papeles de los terrenos afectados y liberados. Cada caso constituía una historia.

Y había que hacer el puente y muchas otras obras más.

A fines de su segundo gobierno, Carlos Menem quiso privatizar Yacyretá. La sociedad entera, los partidos políticos (que no eran del oficialismo), los operarios y gerentes de la EBY, así como en Paraguay, todos se opusieron fuertemente. Como se le acababan las joyas de la abuela, y queriendo seguir con el ritmo de mantener alto el gasto, Menem quería hacerse de unos pocos dólares (se decían que iba a pedir APENAS 1000 millones de dólares) y continuar su ritmo de convertibilidad en vez de hacer las correcciones financieras: cualquier tonto sabía que un peso no podía equivaler a un dólar.

Hay que decirlo con todas las letras: Yacyretá es una fábrica de imprimir billetes. Es pura ganancia. Hay que hacer, naturalmente, tareas de mantenimiento y trabajos de control para que todo funcione bien. Para eso está el personal permanente de la EBY. Pero desmontando esas fábulas negras de anti-represistas y supuestos ecologistas, la represa hace 30 años genera limpio. Y da ganancias al país. Muchas.

Posadas cambió su fisonomía urbana y su gente nunca más sufrió por las inundaciones

Venderla -como sostiene el colega Martín Boerr de Plan B Misiones- constituiría una locura. Un sin sentido. Un galimatías.

Además de constituir un activo estratégico vital para la política energética del país, sigue siendo una fuente genuina y (casi) inagotable de fondos.

El discurso liberal de que ‘lo que puede hacer el privado que lo haga el privado’ no corre en estas circunstancias. Yacyretá no es un negocio privado.

Fue y sigue siendo una decisión estratégica de dos naciones en política energética. Y llegado el caso, deberá ser defendida con todas las armas de la democracia que existen.

Mario Pernigotti

(El autor de esta nota trabajó en la EBY sede Posadas entre 1979 y 1991. Durante mucho tiempo, viajaba quincenalmente a Ituzaingó por sus tareas para el Departamento de Investigación)

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